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Mostrando entradas de octubre, 2024
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  5 de octubre 2024 Señor de cielo y tierra: En este nuevo amanecer te alabo y bendigo, pero te confieso que, a veces, siento en mi angustia el peso de tu silencio. Pero leo tu Palabra y me vuelve el ánimo. “Sólo en Dios descansa mi alma, porque de él viene mi salvación; sólo él es mi roca y mi salvación, mi alcázar, no vacilaré” (Sal 61,2-3). Te agradezco este nuevo día que me otorgas. Creo en tu Hijo, en su Evangelio. Como Zaqueo, el publicano, me esfuerzo en verlo. Me subo al árbol, sí, el árbol de la cruz. A ti, Señor, te invoco porque te necesito. Mi alma tiene sed de ti. Atiende la voz de mi súplica. Quiero escuchar la voz del Maestro: «Apresúrate, desciende, que quiero alojarme en tu casa.» En esta mañana abro las puertas de mi corazón para recibirle en mi casa. Quiero alojarlo en mi alma. «Es necesario que me aloje en tu casa.»   Jesucristo, desde la última cena así lo manifestó y quiere habitar en nuestra alma junto con el Padre y el Espíritu de Amor, para que, según l

Oración del día

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  4 de octubre de 2024   Gracias, oh, Padre,   por el milagro del amanecer, por el alimento que repara nuestras fuerzas, por el techo que nos protege y libra de la lluvia, por la familia que nos diste, por el consuelo que oportuno sana nuestros corazones abatidos. Gracias por el agua y las flores, gracias por las estrellas, el sol, la luna y las maravillas del universo. Gracias por este momento de luz en que nuestros labios te alaban mientras Tú llenas nuestros corazones con tu gracia. "Que mi oración sea puesta delante de ti como incienso, el alzamiento de mis manos como el sacrificio del atardecer". (Salmo 141:2). No hay ninguna oración que, realizada con honestidad, fe y confianza en la segura respuesta de Dios, sea olvidada por Él. Recordemos lo que el libro de Apocalipsis en su capítulo 8 dice: “Se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono. Y de la mano del ángel subió a la pres

Oración del día

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  3 de octubre 2024 Señor Jesús: En este nuevo amanecer escucha mi queja y ven pronto a consolarme. Tú comprendes mi sufrimiento. Desde lo profundo de mi alma elevo mi súplica.   "Ten compasión de mí que estoy sin fuerzas; sáname, pues, no puedo sostenerme. Aquí estoy sumamente perturbado, y Tú, Señor, ¿hasta cuándo?" (Salmo 6:3-4). Concédeme tu gracia para que pueda pasar estos días de abatimiento sin caer en la desesperación. Oye el clamor de mi voz y mírame con mucha compasión, pues, confío en ti. (Salmo 38:9). Mi oración y mi dolor son constantes, pero mi única esperanza eres Tú. No me niegues tu auxilio. “Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: confesaré mi pecado al Señor; y Tú perdonaste la maldad de mi pecado. Por esto orará a ti todo santo”. (Salmo 32:5-6). Señor Jesús, Tú eres la vida. Te suplico que me des salud. Señor Jesús, Tú eres la luz. Te suplico que me guíes. Señor Jesús, Tú eres el camino al Padre. Te suplico que me enseñes a cumplir su

Oración del día

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  2 de octubre 2024 Señor Jesús:   Tener fe no es fácil en un mundo que todo lo somete al laboratorio o a los testimonios de los medios de comunicación.   Por eso en este nuevo día vengo ante ti como aquella mujer extranjera que te suplicó que curaras a su hija que se hallaba enferma. (Mateo 15:21-28) Eso ocurrió cuando andabas por la región de Tiro y Sidón y esta mujer te llamó "Hijo de David", el rey de Israel, aunque ella no pertenecía a ese pueblo. Tu respondiste con el silencio. Pero como la mujer insistía, tus discípulos quisieron despedirla. Entonces Tú les explicaste que sólo habías sido enviado a las ovejas perdidas de Israel. Ella le suplicó una vez más diciendo simplemente: "¡Señor, socórreme!" (v. 25). Con una aparente dureza, Tú la sometiste a prueba y le dijiste que no convenía dar a los extranjeros lo que estaba destinado a Israel. ¡Qué prueba! Ella no se desanimó, Con humildad aceptó su condición de extranjera: «Por supuesto que soy una extranjer

Oración del día

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  1 de octubre 2024 Señor y Padre nuestro: Es hermoso darte gracias porque escucho el canto de las aves. Escucho la voz de tu Hijo amado en el Sermón del Monte: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. (Mateo 5:6). Pero me doy cuenta de que los hombres no pueden saciar el hambre y la sed que padezco. Por más esfuerzos que se hagan, la justicia humana es imperfecta. Por todas partes veo la falta de rectitud. Política, economía, juzgados, religiones muestran casos de permanente injusticia. Esta lucidez no me llena de pesimismo, sino que me advierte la vigencia de las palabras de Jesús. Sólo Tú, Señor y Dios nuestro, puedes implantar la justicia. Ante tanta opresión y violencia que el mundo ofrece tengo la esperanza de ver brillar la justicia que viene de Ti, Padre celestial. (Amos 4:1). La vida humana carece de valor. El sicariato es una empresa que con cada amanecer se fortalece. En las sombras y a plena luz del sol la muerte se muestra