Oración del día
29 de noviembre de 2024
Señor Jesús:
Gracias por la vida, el aire y el
agua que me das en este nuevo amanecer. Quiero meditar sobre la existencia del
mundo. Dos preguntas son inevitables: ¿Quién lo creó? ¿Para qué lo creó? San
Pablo nos da una respuesta: "Porque toda casa es hecha por alguno; pero el
que hizo todas las cosas es Dios" (Hebreos 3:4). Toda casa requiere un
arquitecto, un constructor. Del mismo modo, la naturaleza que nos rodea y el
hombre mismo testifican la existencia de un creador que planeó todo con un
objetivo concreto. “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento
anuncia la obra de sus manos... No hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su
voz... Hasta el extremo del mundo sus palabras”. (Salmo 19:1-4)
Los filósofos y científicos pueden ingeniar
otras explicaciones, pero éstas nunca serán satisfactorias. El mundo material,
el mundo vivo, la conciencia, el lenguaje humano, el pensamiento... no fueron
producidos por la energía, ni por el tiempo, ni por el azar. Hay alguien que
todo lo planeó, le dio leyes… sin duda hay un Dios, un Creador. Una simple flor
nos interroga y maravilla, da testimonio de la grandeza de Aquel que la creó y
le dio una belleza y perfume determinados. Un bebé nos interpela con su sonrisa
inocente y nos interroga sobre el proceso de la gestación y el desarrollo
humano. Dios, a través de su obra y sus misterios nos llama para que tomemos
conciencia de nuestra pequeñez y fragilidad: "Yo te preguntaré, y tú me
contestarás. ¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si
tienes inteligencia" (Job 38:3). Estas preguntas nos hacen reconocer los
límites de nuestro conocimiento y a inclinarnos ante Dios, ante su sabiduría y
su amor... Todo lo hizo para que pudiéramos satisfacer nuestras necesidades
físicas y espirituales ¿Y qué podemos decir cuando la naturaleza nos ataca
porque la queremos destruir? ¡Cuán pequeños, vulnerables e impotentes nos
sentimos ante un terremoto, un Tsunami, una tempestad e incluso sencillamente
ante una lluvia torrencial Gracias, Señor. Tus obras son maravillosas y mi alma
te reclama. En este nuevo día sólo te digo desde lo profundo de mi corazón: Gracias por llamarme a la existencia.
Amén.
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