12
de abril de 2025
Padre
celestial:
Gracias por
este bello amanecer. Hoy deseo que me instruyas y seas el sol que ilumina mis
caminos. Que tu Palabra sea mi alimento. Quiero formar parte de tu
escuela…
El
discípulo ingresa en la escuela de Dios a partir del momento en que acepta a
Jesús como su Salvador, y permanece en ella hasta finalizar su escolaridad, es
decir, hasta el final de su vida aquí en la tierra. En esta escuela el profesor
es Jesucristo mismo. Él es el Maestro de todos y se adapta al ritmo de
aprendizaje de cada uno. Entre el alumno y el profesor se desarrolla una
relación de confianza, que es la motivación para progresar.
“Te
enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos”. (Salmo 32:8)
El manual
escolar es la Biblia. A través de ella descubrimos qué piensa Dios de los
hombres, cuál es su interés por ellos, qué hizo y qué quiere hacer aún por
ellos. Es necesario leerla y memorizarla para poder citarla en cualquier
situación.
“Para que
andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda
buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios”. (Colosenses 1:10)
También hay ejercicios prácticos, es decir, todas las situaciones
diarias en las cuales ponemos en práctica lo que aprendimos. Dios no quiere
sólo mentes llenas de citas, sino sobre todo vidas que pongan en práctica lo
que aprendieron. "Mi madre
y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por
obra". (San
Lucas 8,19-21)
Su gracia nos instruye para que "renunciando a la impiedad y a los
deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente" (Tito
2:12). A veces hay exámenes, pruebas concretas que revelan los progresos del
discípulo. El Señor quiere que las atravesemos con él, para hacernos salir de
ellas más fuertes. Al final, en el cielo, tendrá lugar la entrega de los
premios. ¡Nadie será ignorado! Los premios no serán para los que sepan todo al
pie de la letra, sino para los que hayan utilizado las capacidades que Dios les
dio para caminar de una manera digna y en compañía de sus hermanos.
Maestro Jesús, hoy decimos como tus apóstoles: "Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus
discípulos". (San Lucas 11-1-4) ¡Amén!
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