Oración del día
5 de
abril de 2025
Señor:
En cada amanecer estás cerca de nosotros y, si te aceptamos, caminas a nuestro lado. Pero mientras vivimos en la algazara que proporciona el mundo con sus espejismos, cuando en nuestro afán de vivir entre placeres y aplausos, Dios es un concepto que molesta y una presencia que no vemos, no sentimos su ternura y mucho menos escuchamos su voz que nos llama con alegría inusitada y distinta a la que ofrece el mundo. A veces, ni siquiera nos damos cuenta de que desea embarcarnos y enviarnos en una misión. Desconocemos el camino y las pretensiones de este viaje en el que se empeña Dios que hagamos.
Estoy
convencido de que no entendemos por qué escoge tempestades y naufragios en
nuestra existencia para comunicarnos que debemos acatar su voluntad. Si lo
analizamos a la luz de la razón humana no hallamos la relación que existe entre
esas angustias y la misión que debemos realizar en nuestra vida o en la de
otros que esperan su mensaje y a los cuales nos envía. Él nos dice: “Pasemos al
otro lado”. (Marcos 4,35)
El alma
iluminada comprende, la oveja conoce la voz de su Pastor y deja de temer. La
tormenta pronto pasará, piensa. Este tránsito de la angustia a la felicidad
concierne a la humanidad en general, todo hombre puede aspirar a ella. En esos
momentos de dificultad, de enfermedad, de abandono y soledad, es cuando debemos
decirle: “Señor, Sálvanos que perecemos”. (Mateo 8, 23). Estas
palabras dichas con fe adquieren un poder absoluto porque Dios ilumina nuestras
vidas, y creamos las circunstancias para que pueda realizar sus milagros:
"Sabéis que hice ya aquí abajo muchos milagros, brillantes y maravillosos,
gloriosos y grandes. Lo que hice entonces, lo hago todavía ahora, y lo haré en
los tiempos venideros".
Debemos
recordar que todo milagro va precedido de sufrimientos, angustias y
tribulaciones. En esos momentos solo escuchamos ideas negativas y hasta
acusaciones contra nosotros porque comienzan a juzgarnos y herirnos con
palabras y acciones. (1 Samuel 30,6) Es para que nos demos cuenta de nuestra
debilidad y las tonterías que cometemos a causa de nuestro pecado y, para que
volvamos humildes y gritemos a Dios, implorando su socorro y su gracia. En el
lecho del enfermo debemos implorar salud. En los momentos de soledad y
depresión busquemos su compañía para alejar a la muerte de nuestra casa. Los
milagros surgen si hay confianza en Dios; provienen del gran poder, sabiduría y
bondad de Dios y revelan su fuerza y las alegrías del cielo en esta vida
pasajera. La prosperidad surge de la ruina porque Dios tiene el poder para
transformar el desierto en un bello jardín. (Salmo 126).
Así
nuestra fe se fortifica y nuestra esperanza crece en el amor. He aquí porque le
gusta a Dios ser conocido y glorificado por los milagros. Quiere que no nos
agobiemos por la tristeza y las tempestades que nos amenazan ¡Él está
allí siempre, aún antes de los milagros! (Juliana de Norwich,
Revelaciones del amor divino, cap. 36.) En este nuevo día alabemos a nuestro
Dios, dejemos que camine a nuestro lado y escuchemos su voz. Amén.
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