26 de noviembre de 2025
Padre celestial:
Tú eres mi refugio seguro
cuando estoy en peligro, cuando las circunstancias vuelven a las personas y
lugares hostiles. Recuerdo que el rey David cuando era perseguido por su hijo
Absalón, quien quería tomarse el poder, huyó de Jerusalén con un grupo pequeño
de hombres que permanecían fieles a él (2 Samuel 15 -18). Se hallaba en peligro
de muerte. Algunos afirmaban que Dios lo había abandonado. David no era
insensible a esas palabras llenas de maldad, pero tampoco se dejó llevar por la
amargura, el desánimo o la compasión de sí mismo. ¡Clamó a Ti, único Dios! "Con mi voz clamé al Señor, y él me respondió" (Salmo 3). Él confió
en Ti y experimentó tu consuelo. Tú eres mi refugio, Tú me sostienes, Tú eres
mi escudo, Tú me proteges de las flechas más peligrosas: palabras que hieren y
desaniman, que desean que me separe de Ti y que murmure contra Ti. Son los
"dardos de fuego del maligno" (Efesios 6:16).
“Mas
tú, Señor, eres escudo alrededor de mí; mi gloria, y el que levanta mi
cabeza... Yo me acosté y dormí, y desperté, porque el Señor me sustentaba”. (Salmo
3:3-5)
Como David, reconozco mis
faltas, soy un pecador que necesita tu misericordia; te pido el perdón (2
Samuel 15:30). Quiero caminar a tu lado; mírame y dame tu bendición que
desfallezco. Señor, yo confío en Ti.
David sabía que Dios es
fiel: él lo socorrió. Dios era su seguridad y su gloria. La fe de David se
alimentaba del conocimiento de Dios.
En momentos de peligro digo
como David: "La salvación viene del
Señor" (Salmo 3:8). Te pido, Padre bueno, en este nuevo día, me des fe,
paz y sabiduría.
Si Tú me acompañas nada
debo temer. Me acerco a Ti
“para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro."
(Hebreos 4:16). Señor, yo confío en Ti. Amén.

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