Oración del día
Señor Jesús:
hoy te alabo y bendigo. Te reconozco como mi Dios y Salvador.
Nos dice el Evangelio que “Jesús vino... a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?" (Mateo 3:13-14). El Hijo de Dios tomó lugar en medio de los pecadores arrepentidos. ¡Había venido por ellos! "Los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi complacencia" (Mateo 3:16-17). ¡Qué grandiosa escena! El cielo se abrió, el Espíritu descendió sobre Jesús y el Padre proclamó la grandeza de aquel a quien no se debía confundir con los que le rodeaban. Buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. (Colosenses 3:1). Puestos los ojos en Jesús... el cual... se sentó a la diestra del trono de Dios. (Hebreos 12:2-3).
Esteban
compareció ante un tribunal hostil, pero "puestos los ojos en el cielo,
vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios, y dijo: He
aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de
Dios" (Hechos 7:55-56). Para ese mártir, que en unos momentos sería
lapidado, ¡qué maravilloso consuelo ver a Jesús en el cielo, listo para
recibirle! En los dos casos los cielos se abrieron para hacer resaltar la
gloria de Jesucristo. Nosotros también estamos invitados a ver a través de la
fe la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Esta contemplación produce efectos
positivos en nuestra vida y en nuestra manera de relacionarnos: "Por
tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria
del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por
el Espíritu del Señor" (2 Corintios 3:18).
Dejemos que
hoy Jesús descienda sobre nuestro corazón y nos transforme. Amén.
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