Oración del día


 

22 de octubre de 2023

Padre Celestial:

Hoy te alabo y te bendigo. Quiero meditar sobre una de tus maravillas.

La naturaleza nos instruye. En Reflexiones para un buen día, uno de mis libros, hace años escribí una reflexión sobre la palmera. Hoy, es mi deseo, volver a contemplar este árbol, de sencillez y belleza esplendorosa, que crece en estas regiones cálidas donde habito. Posee un largo tronco y su follaje está verde en pleno verano. A pesar de su altura, soporta vendavales sin romperse, gracias a las fibras especiales de su tronco. Sus raíces, igual de largas que el tronco, buscan agua en lugares profundos y le dan estabilidad. La savia circula por la parte central del tronco de la planta, y no solamente bajo la corteza, como sucede en los demás árboles. Como creyentes, aprendamos la lección que nos brinda la palmera.

Nuestro Dios quiere que vivamos, en toda circunstancia, con la mirada puesta en el cielo, dándole las gracias y con el corazón lleno de alegría, sin preocuparnos por los afanes de cada día. Seamos como aquella mujer que fue sanada por Jesús: "se enderezó luego, y glorificaba a Dios" (Lucas 13:13). Pero para que esta actitud sea constante, busquemos un fundamento estable, estar "arraigados y cimentados en el amor" (Efesios 3:17), edificados en Jesús "y confirmados en la fe" (Colosenses 2:7). “El justo florecerá como la palmera; crecerá como cedro en el Líbano. Plantados en la casa del Señor, en los atrios de nuestro Dios florecerán. Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes”. (Salmo 92:12-14)

El alimento interno de nuestra alma, extraído de Cristo, guardado en lo más profundo de nuestro ser y protegido de las influencias exteriores, tendrá como resultado un vigoroso crecimiento y nos permitirá ofrecer frutos a Dios y a nuestra comunidad. Así no nos desanimaremos si la tormenta llega, pues tendremos los recursos para soportar la prueba con paciencia y confianza. "Será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto" (Jeremías 17:8). Señor, gracias por instruirnos a través de tu palabra. Amén.

 

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