Oración del día
21
de septiembre de 2024
Padre
bueno:
Gracias
por iluminarnos con un nuevo sol. Gracias por darnos un día más de vida.
Hay
días en que nos levantamos tristes, abatidos y sentimos depresión. Algunos la
llamamos mamera existencial. No nos hallamos a nosotros mismos. Esta depresión
es una lucha interna con problemas de conciencia. Debemos, nos dicen tus
actitudes con los pecadores, no seguir los consejos de quienes nos acusan para
hacernos sentir culpables. Son voces interiores que escuchamos, pues, el diablo
es un excelente acusador (Apocalipsis 12:10) que trata de desanimarnos y
sacarnos de la vida. En esos momentos debemos recordar: “Hijitos, vosotros sois
de Dios... mayor es el que está en nosotros (el Espíritu Santo), que el que
está en el mundo. (1 Juan 4:4). No aceptemos que somos indignos, que no somos
capaces de solucionar el problema y que las circunstancias son eternas. Las
acusaciones del diablo son de condenación, generales y difusas. Atacan a
nuestra persona, es decir, sugieren que Dios no puede amar a alguien como yo.
El Espíritu Santo actúa diferente: es directo y llama nuestra atención sobre el
error concreto que hemos cometido; nos muestra lo que debemos confesar y
rechazar porque no está de acuerdo con las enseñanzas de Jesucristo. No debemos
aceptar que somos culpables, pero si cambiar de conducta para no continuar en
el error. Examinemos nuestras acciones y determinemos sus causas. «La depresión
es un pecado nos dice el maligno», pero sabemos que la depresión puede ser el
resultado de un pecado, pero es una enfermedad que nos doblega el alma por
falta de fe y confianza en Dios. Actuemos con la acción del Hijo pródigo y
vayamos al Padre amoroso que nos espera para consolarnos. El Señor nos habla
cuando estamos débiles, cansados y nunca nos va a abandonar. Constantemente su
dulce voz nos recuerda su amor y su presencia en nuestras vidas.
El Hijo de Dios vino
a encontrar y a salvar a los perdidos (Mateo 18:11). El que viene a Él nunca
será rechazado. (Juan 6:37). No importa lo que uno hizo o dejó de hacer. A Dios
no le importan las equivocaciones del pasado. Lo que el Hijo de Dios quiere es
salvar y no condenar (Juan 3:17). La compasión del padre de esta parábola del Hijo pródigo es una figura de la compasión del Dios Padre
(Jesús habló del gozo que ocurre en el cielo, cuando un pecador se vuelve a
Él). Dios “quiere que todo hombre sea salvo y venga al conocimiento de la
verdad”. (1 de Timoteo 2:4). En este día
volvamos a Dios nuestros ojos, reconozcamos nuestros errores, cambiemos de
actitud y que sea Él quien nos ofrezca su perdón. Amén.
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