Oración del día
Señor y Dios nuestro:
“Tu majestad se alza por encima de los cielos. De
la boca de los niños de pecho has sacado una alabanza.” (Salmo 8:3). Admirando
tu obra maravillosa yo te alabo en este nuevo amanecer.
Y Pablo, el apóstol de los gentiles dice: “Lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y
lo débil de Dios es más fuerte que los hombres” (1Co 1,25). Desde el primer
momento en que el Hijo de Dios vino al mundo suscitó enemigos. Se opuso la
gente al negarle un albergue para pasar la noche. Se opuso el rey Herodes y
hasta mandó matar a todos los niños menores de dos años para librarse del Rey.
Hasta en su propio pueblo lo quisieron matar porque no era posible que el
enseñara esas cosas del cielo. Se le condenó a morir en la cruz porque pensaron
que de esa manera se librarían de sus palabras que comprometían el bienestar de
los dueños del poder del mundo. “Pero ahora, hace muy poco tiempo, el Señor, nuestro Dios, nos ha
concedido la gracia de dejarnos un resto de sobrevivientes y de darnos un
refugio en su Lugar santo. Así nuestro Dios ha iluminado nuestros ojos y nos ha
dado un respiro en medio de nuestra esclavitud”. (Esdras 9:5-9).
Jesús, desde la cruz,
enseñó el perdón de Dios a sus enemigos. La invitación a seguir su camino es
muy sencilla. “Vengan
a mí todos los que están cansados y llevan cargas pesadas, y yo les daré
descanso”. (Mateo
11:28).
En este
nuevo amanecer miremos al crucificado y pongamos toda nuestra fe en quien no
pudo ser derrotado, aunque jamás se defendió de sus adversarios. Venzamos
nuestra necedad y alabemos a Dios, aunque muchos se opongan a nuestra condición
de cristianos católicos. Señor, danos sabiduría para comprender este inefable
misterio de la cruz. Amén.
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