Oportunidad o debilidad.
4 de marzo de 2013
Fabio
Máximo, a quien sus contemporáneos llamaron algunos Verrucoso porque encima del
labio superior tenía una verruga; otros, Ovícula, ovejita, porque en su niñez
se mostró tímido y lento para aprender el lenguaje, no fueron impedimento para
que en Vidas paralelas, Plutarco su
biógrafo, escribiera de él: “Cuando con el tiempo le excitaron los negocios,
hizo ver a todos que era imperturbabilidad la que parecía ineptitud; prudencia,
la apacibilidad, y seguridad y entereza, la dificultad y tardanza en determinarse.
Poniendo la vista en la extensión de la república y las continuadas guerras,
ejercitaba su cuerpo para los combates como arma natural y cultivaba la
elocuencia para la persuasión al pueblo de la manera que más conformaba con su
carácter. Porque su dicción no tenía la brillantez ni la gracia popular, sino
una forma propia sentenciosa, llena de cordura y profundidad, muy parecida,
dicen, a la frase de Tucídides.”
Después
que Aníbal venciera a Roma en la batalla del Trebia el pueblo vio “que el
estado de las cosas exigía de necesidad el mando libre de uno solo, al que
llaman dictadura, y un hombre que lo ejerciera imperturbable y confiadamente, y
que este no podía ser otro que Fabio Máximo, el cual reunía una prudencia y una
opinión de conducta correspondientes a la grandeza del encargo, y era además de
una edad en la que el cuerpo está en robustez para poner por obra las
resoluciones del ánimo, y al mismo tiempo la osadía está ya subordinada a la
discreción.”
Del
anterior fragmento se pueden deducir algunas lecciones para la vida presente.
La primera es que hay personas a quienes ayudan sus defectos de tal manera que
bien parecen cualidades. Y que hay cualidades que a muchos llevan a la ruina.
Algunas
incapacidades físicas se pueden, con un poco de esfuerzo, convertir
en oportunidades para salir victoriosos. Limitaciones que nuestro cuerpo padece,
si se repara en ellas, pero no con lástima ni maldición en las palabras, llegan
con el tiempo a ser fundamento de grandes triunfos.
Algunas emociones originadas en el dolor
de una infancia marcada por el abandono o el maltrato son el acicate para tomar
insospechados caminos que conducen a la felicidad esquiva para someterla a
voluntad.
Otras, probablemente, son presentes
como las enfermedades terminales o las pérdidas irreparables de las personas que amamos o de los
recursos económicos imprescindibles.
Es más
sabio dar importancia al punto de llegada que perder el tiempo contemplando el
sitio de salida. Ningún atleta gana una olimpiada ni puede reclamar la presea
de oro si se concentra en mirar hacia atrás o en la lesión que sufrió el año
anterior de uno de los entrenamientos.
El
tiempo hará brillar las acciones a favor de otros y hasta ocurra que nadie mencione
luego los defectos y debilidades de sus autores porque mayor es la gloria que
los cubre.
El
hombre perfecto no existe y el verdadero ser humano es consciente de sus
debilidades y fortalezas.
Feliz
el hombre que nunca se fija en los defectos ajenos y sólo tiene como
preocupación el mejorarse a sí mismo. Buscar la perfección, no sólo en las
palabras sino en las acciones y obras, hace a las personas merecedoras de
pedestales sobre los cuales ni el olvido ni la ruina caen. La fama que alcanzan
los méritos del esfuerzo es inmortal y el epitafio sincero que el pueblo
escriba es el mejor adorno sobre la tumba del servidor desinteresado y
silencioso.
En las
adversidades y en las debilidades hay grandes oportunidades que sólo los que
cultivan la sabiduría logran descubrir. No hay hombre que haya existido sin
defectos y desventajas, pero pocos han sido los que sienten y aceptan que
forman parte
de la experiencia de la vida. Quien aprende a vivir sin escuchar a las lenguas
viperinas y mordaces que los abultan, ganará una reputación digna de música y alejada de los ruidos infernales.
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