Oración del día
29 de octubre de 2022
Padre Celestial:
Gracias por el río que nos refresca todas las mañanas.
Cerca a sus riberas viven muchas familias que se dedican a la alfarería. Es admirable observar a un
alfarero cuando hace una vasija. Su oficio es una tradición de familia. Ejerce
suaves presiones sobre la arcilla que gira en el torno para así obtener la
vasija que llevará al mercado. Si la olla o la matera toma una forma
defectuosa, el alfarero recoge de nuevo la arcilla y vuelve a iniciar el
proceso. Pero si la cocción en el horno ha terminado, es demasiado tarde para modificar
cualquier detalle de la vasija. La examina y tendrá que tomar la decisión de si
la utilizará o la desechará.
Del
mismo modo, nuestras vidas están en tus manos, Señor. Por circunstancias de la
vida nos hemos equivocado, hemos tomado el camino del mal que se opone a tu
plan de Amor.
Sin
embargo, hoy reconocemos, Padre nuestro, lo que somos, nuestro egoísmo,
nuestros errores, nuestra maldad. Si Tú quieres puedes transformarnos en la
persona que desees, que te agrade. Danos una nueva vida en Jesucristo. Sabemos que
debemos aceptar a nuestro Salvador antes de que sea demasiado tarde. ¡Es
preciso admitir a Dios en nuestras vidas desde este instante!
¿Consideramos
nuestra vida desperdiciada? Tal vez nuestra obstinación, nuestra rebeldía no
nos deja someternos a Ti, mi Dios. Somos vasijas defectuosas, lo admitimos.
Somos conscientes de nuestra incapacidad para ser santos como lo exiges. Pero Tú,
divino Alfarero, si lo quieres puedes darnos otra oportunidad como dice el profeta
Jeremías:
“Y
descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda. Y la
vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió e hizo otra
vasija, según le pareció mejor hacerla. Entonces vino a mí palabra del Señor,
diciendo: ¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero?” (Jeremías 18:3-6).
Si
volvemos a Dios con sincero arrepentimiento, Él puede transformar nuestra vida de
acuerdo con su voluntad. Pero es necesario que escuchemos su voz y seamos
obedientes.
Señor,
acéptanos y perdona nuestras faltas. Amén.
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