Oración del día

 


2 de noviembre de 2023

 Padre celestial:

 Gracias por este nuevo amanecer y la salud que nos das a diario.

Dijiste a Abraham: "Vete de tu tierra y de tu parentela" (Génesis 12:1). Así lo llamaste cuando vivía en un país poderoso y organizado. Pero en ese país no se conocía a Dios y la gente adoraba a los ídolos. Abraham escuchó e hizo lo que Tú le indicabas. No dudó en cumplir tu orden y recogió sus pocas posesiones y se dispuso a salir. A ese imperativo divino acompañaba una promesa: "Haré de ti una nación grande" (Génesis 12:2).

Sin tardar Abraham obedeció. ¡Esa es la fe; es creer a Dios! Abraham "salió sin saber a dónde iba" (Hebreos 11:8). Se marchó aferrándose únicamente a la promesa de Dios. En cada bifurcación del camino tenía que esperar en Dios, quien le había dicho que le mostraría el camino a seguir. Recibir lo que Dios dijo, es decir, lo que reveló, y actuar en consecuencia, así es como debe actuar quien acepta a Dios en su corazón. Dios respeta la libertad humana, pero a Abraham, todo lo contrario, lo condujiste, Señor, a una libertad mayor: fue liberado de la idolatría para seguir al único Dios vivo y junto a Él construir un futuro con su familia. Luego se convertiría su descendencia en un pueblo, el pueblo de Dios, el pueblo al que pertenecemos por el sacrificio de Jesús en la cruz.

Con fe debemos recibir la Palabra de Dios y confiar en lo que es verdadero y justo, es decir, lo que agrada a Dios. Él nos libra del mal para revelarnos lo que viene de lo alto, de sus labios y sus manos. Nos separa de lo ilusorio y mentiroso para conducirnos hacia las realidades que trascienden, a sus jardines eternos, a la casa del Padre.

Por eso Pedro dijo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo... Sed salvos de esta perversa generación”. (Hechos 2:38-40)

 La fe nos ayuda a derrotar la vanidad del pecado para aferrarnos a las verdades invisibles, a las promesas de Dios, las cuales son más firmes que todo lo que el mundo nos ofrece como real y placentero. Vivamos este día para gloria de Dios creyendo en sus palabras y llevemos su mensaje sin avergonzarnos de ser sus testigos. Que Dios nos guarde de ser cobardes y renunciar a la misión de Evangelizar. Amén.     

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