Oración del día

 


23 de noviembre de 2023

Señor Jesús:

Hoy te adoramos y te reconocemos como Dios. Antiguamente Dios dijo a su pueblo Israel que habría un único lugar donde iba a habitar y donde el pueblo se reuniría para celebrar las fiestas ordenadas por la Ley. Más tarde mostró al rey David que Jerusalén había sido escogido para ser ese único lugar de reunión, y el templo, Padre celestial, le encargaste la construcción del Templo a Salomón. 1.500 años después, en el pozo de Sicar, Tú, Señor Jesús, hiciste una revelación a una samaritana, una extranjera, al pueblo de Israel (Juan 4:5-42). “La hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre”. (Juan 4:21)

Dijiste que era inútil buscar un lugar en la tierra para adorar al Padre, que era inútil ir a Jerusalén o a cualquier otro lugar para hacer ritos u ofrecer sacrificios de animales. En efecto, el Padre busca adoradores de todos los pueblos de la tierra, personas capaces de presentar una adoración tal como él la desea, es decir, "en espíritu y en verdad". En espíritu significa que el tiempo de las formas exteriores ya pasó. Ahora los sacrificios son espirituales, constituidos por oraciones, himnos, acciones y alabanzas. Efectivamente, los ritos de aquel entonces prefiguraban para Dios el sacrificio de su Hijo amado, Jesús. Desde el momento en que éste tuvo lugar, la razón de ser de la imagen desapareció.  “Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento”. (Mateo 9:13). El arrepentimiento significa el cambio de actitud.  En verdad indica que de nada sirve tratar de tener buena conciencia cumpliendo ritos formales sin que el corazón esté verdaderamente comprometido.

Hoy, acerquémonos a Dios con sencillez, pidamos misericordia y que perdone todas nuestras equivocaciones y terquedades. Dejemos la hipocresía y la arrogancia, con un corazón sincero, santificado por el arrepentimiento, y con la mirada puesta en el crucificado. (Hebreos 10:19, 22). Iniciemos este día con estas palabras: Señor, ten piedad de mí y de todos los pecadores. Amén.

 

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