Oración del día
8 de
marzo de 2025
Padre celestial:
Me acerco a Ti con fe y esperanza. No dudo de que día a día Tú estás en mi vida colmándome con tu presencia y bendiciendo a todos los miembros de mi familia.
Tú
formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. Gracias Señor,
por la mujer, depositaria y defensora de la vida.
Dios
creador habló y sigue hablando a los seres humanos. A través del tiempo y en
toda la tierra, la naturaleza da testimonio del poder y de la sabiduría de
Dios. "Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la
obra de sus manos" (Salmo 19:1). "Porque él dijo, y fue hecho; él
mandó, y existió" (Salmo 33:9). "Porque en él fueron creadas todas
las cosas... y todas las cosas en él subsisten" (Colosenses 1:16-17).
Este
universo maravilloso en lo infinitamente grande como en lo pequeño, habla de la
grandeza de su Creador. Ese poder divino suscita la admiración de quien se
detiene a observar su obra, pero a menudo no penetra su mirada la grandeza de
Dios porque no quiere ver con el corazón. No quiere escuchar el lenguaje que
modulan los árboles y las piedras de los ríos. Sin embargo, Dios declara que el
testimonio irrefutable de la naturaleza responsabiliza a los seres humanos
dotados de razón: "Las cosas invisibles de Él (Dios), su eterno poder y
deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo
entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa"
(Romanos 1:20). A nosotros no nos corresponde medir el grado de responsabilidad
de las personas que no reconocen ese testimonio, pero leamos: "Dice el
necio en su corazón: No hay Dios" (Salmo 53:1). Nosotros, criaturas
dotadas de una inteligencia, ¿nos atreveríamos a decir semejante cosa? "Yo
soy el Señor, y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí" (Isaías 45:5).
La ceguera espiritual del ser humano consiste en negar a Dios y no verlo en su
maravillosa creación.
Señor,
danos sabiduría para comprender los secretos y leyes del universo que creaste.
Ayúdanos a entender que debemos defender la vida y la paz como bienes
superiores que nos conducirán a las moradas celestiales según el testimonio de tu
Hijo. Amén.
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