Cuando las redes se vuelven vicios.
Muchos hombres y mujeres
sufren el “Síndrome de Peter Pan” que conocimos hace más de dos décadas en los
libros de Dan Kiley. Son fáciles de reconocer los síntomas de quien padece este
mal. Es una persona encantadora, sonriente a toda hora, ilusa, sin carácter, se
comporta como una veleta, no le gusta tanto el trabajo como el juego,
irresponsable, enemiga de comprometerse con otro, envidiosa y egoísta.
Lamentablemente los causantes
de tan peligrosa enfermedad espiritual son los padres y abuelos que sobre protegen
y no dejan que el niño “madure” con el normal curso del sol como lo hacen las frutas.
En el colegio, son estudiantes
díscolos; en la universidad, “sobrados” y en la vida adulta, fracasados. No
encuentran sentido a la existencia, lo cual es sumamente peligroso. En resumen:
no son felices y poco a poco la depresión los va carcomiendo como la lluvia a
la montaña erosionada. Como Peter Pan viven en medio de fantasías y poco
entienden los cambios del mundo que cada día exige personas más inteligentes y
competitivas.
Lo peor es que en estos tiempos son adictos a las redes
sociales. Se les ve sufrir porque no les dan sus seguidores un like a su historia
y no sueltan el celular, juguete preferido, para comer o comunicarse cara a
cara con los miembros de su familia o sus compañeros. Además, cruzan avenidas o
conducen autos hablando por celular, lo cual evidencia su falta de
responsabilidad con ellos y su comunidad.
Al respecto, Happiness Research Institute realizó un estudio
para determinar cómo afectan las redes sociales la vida feliz y el resultado no
es desconcertante sino lógico.

Los resultados, y yo los he podido comprobar en el aula,
fueron asombrosos. Aquellos que se alejaron de las redes sociales demostraron
mayor empatía y amabilidad al momento de comunicarse con familiares y amigos y
por consiguiente hallaron más satisfacción en sus vidas. No hubo problemas originados
por la depresión ni temor a la soledad. Según los responsables del estudio personas
que usan redes sociales y tienen en el celular su principal compañero desarrollan
más estrés y caen más fácilmente en estados depresivos. Además, sus habilidades
comunicativas se ven disminuidas de manera sustancial.
En conclusión, debemos hablar con nuestros hijos e hijas y
decirles que el celular es un instrumento y no un fin, que la vida en las redes
es virtual y no satisface tanto como la vida real con sus alegrías y
dificultades. Las redes sociales eliminan los intermediarios que son las
personas y unen las máquinas que roban las emociones que distinguen a las
personas.
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