¿Qué es la fe?
Asistimos a una crisis de
fe. La gente busca una verdad que trascienda, pero carece de fe. Sin esta
virtud no es posible hallar los bienes del cielo y encontrar razones para
dialogar con Dios.
Pero debemos preguntarnos: ¿Qué
es la fe? El apóstol Pablo nos responde: La fe es la certeza de lo que se
espera, la convicción de lo que no se ve. (Hebreos 11,1) La fe no es una simple creencia o un
entendimiento intelectual. La creencia es dar por verdadero un concepto sin
argumentarlo. El entendimiento intelectual da valor a un concepto porque la
lógica lo aprueba. Pero la fe, como virtud que facilita la relación con Dios, es
la disposición a confiar, creer y refugiarse en Él.
La fe trasciende
la razón y no puede ser un producto de la ciencia. Para probar que Dios existe
el único argumento válido es la aceptación de su existencia en el corazón
humano y como amor que todo lo mantiene unido bajo su voluntad. Si se acepta lo
anterior, también debemos aceptar que Dios como sujeto tiene un lenguaje
mediante el cual se comunica con quien lo invoca. Es nuestro deber creer cuanto
dijo, es decir, aceptar que la Biblia es Palabra de Dios. Tampoco confundamos
la fe con la herencia cultural que recibimos de nuestros abuelos y padres. La
fe es la armadura, el escudo, que Dios nos da
para batallar y vencer en nuestra lucha espiritual. Cuando intentamos establecer
la relación con Dios y con su Hijo, Jesús, surgen dudas, escuchamos comentarios
adversos, pero si nos aferramos al escudo de la fe y aprendemos a usarlo, logramos
repeler los ataques del maligno que desea que nos separemos de Dios, que ni
siquiera admitamos su existencia. La fe nos da la certeza de que Dios
puede, si así lo aceptamos, hacer hasta lo que parece imposible. Sin fe no
podemos agradar a Dios y mucho menos permitir que obre en nuestras vidas. Por
fe pedimos y nos acercamos a él para que intervenga en nuestra vida, nos
acompañe en el caminar diario. La fe es una
convicción del corazón. Nace de la confianza que depositamos en Dios. Así
entendemos, que si confío, debo obedecer y hacer lo que agrada a Dios. La fe es creer que somos obra del Creador del
universo, que fue Él quien quiso llamarnos a la existencia en un acto de amor, por
eso se interesa por nosotros y si lo aceptamos como Padre damos un sentido a
nuestra vida que los profanos no entienden. La fe nos hace humildes, es decir,
gracias a ella nos damos cuenta que somos limitados, efímeros y que mañana, al
morir, debemos rendir cuentas a Dios de cuanto hicimos con la existencia que se
nos facilitó. Es por la fe que aceptamos someternos a la autoridad de Dios. Es
por la fe que reconocemos nuestros errores y nos comprometemos con Dios en cambiar
de actitud y reconocer en nuestros semejantes los rostros de Dios. La fe nos
conduce al perdón, a aceptar la misericordia de Dios y a agradecer la misión
salvadora de Jesucristo. Es por fe que comprendemos que su muerte en la cruz
borra nuestros pecados y nos reconcilia con Dios. Es por fe que nos liberamos
del pasado y empezamos una nueva vida. La fe no es un salto a lo desconocido,
sino una confianza plena en su palabra y en su poder restaurador. Cuando tenemos plena conciencia de esa confianza en Dios lo
hacemos real en nuestras vidas y admitimos que es quien puede responder
nuestras plegarias y conceder nuestras peticiones y sueños más profundos. Esta confianza
agrada y alegra a Dios. Pero también, esa fe en Dios es causa de nuestra
alegría y esperanza cumplida de la vida eterna.
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