¿Sabes quién conoce tu pasado?

Conserva en tu mente la
respuesta. Por mi parte te digo que hay quien todo lo sabe. No es un hechicero
ni un brujo de los que se anuncian en la radio o la televisión que dicen ser
clarividentes y poderosos, pero que no pasan de ser un fraude. Dios es el único
que entra en lo más recóndito y oculto del corazón humano. Él conoce los
pensamientos más secretos e igualmente las cosas que pertenecen al pasado y que
nos avergüenzan. Así como tus proyectos. Él es aquel que puede condenarnos y
dejarnos sin excusa.
Sin
embargo, Dios es el único que está dispuesto a comprender y a perdonar. Venid y oíd, todos los que a Dios teméis, y contaré lo que Él
ha hecho por mi alma. (Salmo 68,16) Vino
al mundo, no cometió pecado, y sólo tuvo la intención de salvarnos. Jesucristo
tomó los pecados de todos, como si fueran suyos, los llevó ante Dios y sufrió
el justo juicio que merecíamos. Jesús dice: "No he venido a juzgar al
mundo, sino a salvar al mundo" (Juan 12:47). "Hay un solo Dios, y un
solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí
mismo en rescate por todos" (1 Timoteo 2:5-6). Venid, ved a un hombre que
me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo? Muchos de los
samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer... Me
dijo todo lo que he hecho. (Juan 4,29-39)
Max Lucado, en Los números de la esperanza, así lo
expresa: Estamos hablando de una mujer que sí tendría una buena lista. Numero
uno: discriminación. Es samaritana, odiada por los Judíos. Número dos:
prejuicio por su sexo: es mujer, despreciada por los hombres. Tres: está
divorciada, y no una ni dos veces_ ¿Cómo sale la cuenta'? ¿Cuatro? ¿Cinco?
Cinco matrimonios fracasados. Y ahora se acuesta con un tipo que no le pondrá
un anillo en el dedo.
Cuando hago toda esta
cuenta me imagino a una mujer sentada en el taburete de un bar, a punto de
volverse loca. Voz ronca, aliento a tabaco y un vestido escotado arriba y corto
abajo. Ciertamente no es lo más fino de Samaria. Nunca se le ocurriría a usted
ponerla a cargo de la clase bíblica para damas.
Por eso lo que Jesús
hace nos parece tan sorprendente. No sólo la encarga de esa clase, sino de
evangelizar a toda la ciudad. Antes de que acabe el día toda la ciudad ha oído
hablar de un hombre que afirma ser Dios. «Me dijo todo lo que he hecho» (Juan,
4,39), les dice, sin expresar lo obvio: «y me amó a pesar de todo»,
Un poco de lluvia puede
cambiar el tallo de una flor. Un poco de amor puede cambiar una vida. Quién
sabe cuándo fue la última vez que a esta mujer se le había confiado alguna
responsabilidad y ¡mucho menos las mejores noticias de la historia!
Escuche esto: No es que
a usted le hayan rociado de perdón. No es que le hayan salpicado de gracia. No
es que le hayan cubierto del polvo de la bondad, es que le han dado un baño de todo
ello. Está sumergido en la misericordia. ¡Deje que esto lo cambie!
Después de leer a este
iluminado me resta una pregunta: ¿Puede el amor de Dios cambiar su vida y la
mía?
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