¿Dónde está la riqueza verdadera?


Siempre buscamos el esplendor, el bienestar, la vida cómoda, el éxito, la riqueza y la aprobación de los demás. Pero, Jesús, aunque nos parezca extraño quiso ser pobre para enriquecernos. Según el texto bíblico nació en pobreza absoluta: "Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre" (Lucas 2:12). Fueron los animales de la pesebrera los que le brindaron la calidez que los humanos le negamos. El mundo, y Él era el dueño, no le ofreció más que indiferencia. Fue "despreciado y desechado entre los hombres... y no lo estimamos" (Isaías 53:3). Su residencia fue nómada. De su casa nadie hizo un museo para cobrar por entrar a ver su miseria. A una persona que quiso seguirlo, le dijo: "Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza" (Lucas 9:58). Él, el Creador del universo, no tuvo bienes que permitieran etiquetarlo y darle trato de acuerdo con el valor de sus posesiones. Quien lo aceptaba lo hacía por el valor de su persona y su testimonio de vida. Siempre prefirió el último lugar, y así lo aconsejó a quienes seguimos sus huellas:Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú”. (Lucas 14:8). Su preocupación mayor era tener una verdadera relación con su Padre. Se dedicó a servir a los marginados, enfermos, mujeres y pecadores. Satisfacer las necesidades apremiantes de quienes lo aceptaban fue su trabajo diario.  Hizo el bien a todos sin vanagloriarse de sus actitudes y acciones. Liberó del peso del pecado y de la muerte. Pocas veces repartió bienes perecederos. Siempre hablaba de intangibles de mayor valor: la paz con Dios, el amor al prójimo, la confianza plena en su providencia. Aún hoy, Jesús, ofrece el mismo portafolio. Quien deposita su confianza en Jesús y lo acepta en su corazón recibe el perdón de sus pecados y la invitación a entrar en su Reino, en su Vida Eterna. ¡Una riqueza de tal naturaleza sólo puede provenir de Él! El oro y la plata se oxidan; la belleza, desaparece ante el paso de los años, el poder, es sólo ilusión de necios. Aunque en la tierra, Jesús, fue un pobre, despreciado, y humillado por sus paisanos, Dios lo elevó a la dignidad de Rey de reyes y Señor de señores. Sufrió por amor a nosotros para llevarnos a su Padre, quien le había encomendado tal misión. Es el Hijo de Dios, causa primera de toda gracia. ¿Seremos capaces de despreciar "las abundantes riquezas de su gracia"? (Efesios 2:7). Y en otro de sus textos dice el Apóstol de los Gentiles: Ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos. 2 Corintios 8:9

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