Acata este consejo de Dios
Muchas veces, nuestra
envidia es mayor que nuestro afán de conocer y amar a Dios. Siempre se envidia
lo que no se tiene y con lo que se posee se humilla a quien carece de ese bien.
Pero como a la envidia la corteja la avaricia cada día se desean más cosas que
terminan por hacernos caer en el abismo del olvido de Dios. Nos aferramos a lo
efímero sin percatarnos que la muerte es la deuda que pagamos pronto, aún en
contravía de nuestra voluntad. Nadie puede evitarla así tenga tesoros para
comprar la vida terrena. Nadie puede agregar un día a su existencia si ese
privilegio no se lo concede Dios. Con justa razón dice la escritura:
"Acuérdate de tus postrimerías y no pecarás jamás" (Eclo. 7,40). Consejo
práctico para quienes en realidad buscan a Dios y no se dejan confundir con las
comodidades de este mundo de apariencias. Esta sentencia nos sitúa en lo real,
nos libera de ilusiones y vanos pedestales que persiguen la propia alabanza,
los intereses egoístas, el frenesí de la locura del deseo insatisfecho y que
somete a la esclavitud de las bajas pasiones.
Esta sentencia nos sitúa en
lo real y desenmascara esas pretensiones de la ignorancia que llevan a
equivocaciones nefastas acerca del verdadero destino del ser humano. Cuando
sabemos cuál es nuestro destino descubrimos la dignidad de hijos de Dios y nos
vinculamos con nuestros semejantes en el amor fraterno.
La verdad que nos revela
esta sentencia sabia nos aleja del utilitarismo degradante y nos señala el
Santo temor de Dios como fin próximo. El Santo temor de morir y permanecer para
siempre alejados de Dios por nuestra propia voluntad, por negarnos a aceptar su
plan de salvación y así evitar la muerte, es decir, por evadir el llamamiento a
la vida eterna. Este llamamiento lo hizo Jesucristo con su ejemplo de vida y su
muerte en la cruz.
Jesús nos enseñó que sólo
Dios puede dar la paz y la felicidad que el alma anhela y para conseguirlas
debemos, aquí en la tierra, cumplir su voluntad. Así evitaremos caer en los
parajes de la maldad.
Pidamos a Dios, en este
día, que nos conceda el Santo temor y sobre todo el Amor a Dios y a nuestros
semejantes para poder decir con labios puros: Padre nuestro, líbranos de todo
mal. Amén.
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por su comentario