Sólo en Dios descansa mi alma


Dice el salmista: “Sólo en Dios descansa mi alma, porque de Él viene mi salvación; sólo Él es mi roca y mi salvación, mi alcázar, no vacilaré” (Sal 61,2-3). Esa es y debe ser la aspiración de que quien cree en Jesucristo. Como Zaqueo, debemos esforzarnos para ver a nuestro Maestro. Subirnos al árbol, si es preciso. El árbol de la cruz. Que él sepa que lo necesitamos y nos responda: «Apresúrate, desciende, que quiero alojarme en tu casa.» esa es la aspiración de Dios, que el ser humano lo acepte, que abra las puertas de su alma para recibirle y alojarle. «Es necesario que me aloje en tu casa.» Jesucristo, desde la última cena así lo manifestó y quiere habitar en nuestra alma junto con el Padre y el Espíritu de Amor, para que, según la expresión del discípulo amado, vivamos «en sociedad» con ellos, que estemos en comunión con ellos (1Jn 1,3). Gracias Señor Jesús, por tu entrega incondicional, por tu amor.  El Maestro nos dice: «Apresúrate a descender». Que hoy nuestras almas escuchen su voz. Que imitemos su manera de amar a Dios. Que hoy nuestra alma vea «el resplandor de su gloria» (Heb 1,3). Que nuestras acciones sean la incesante «alabanza de gloria» (Ef 1,6). Digamos de manera personal: Que hoy el Señor se hospede en mi alma, así digan, que se hospedó en casa de un pecador. Que todos escuchen: ”Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abrahán, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido”. (Lc. 19,10) Señor Jesús, sigue, las puertas de mi alma se abren para recibirte. Amén.  


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