Oración del día.
Padre Celestial:
Iniciamos este nuevo mes dándote gracias y con unas
preguntas que nos sirvan para reflexionar: ¿Podemos transformar el
mundo? ¿Quién no ha deseado, en su juventud, transformar el mundo? Es decir,
mejorarlo, que sea más sociable, que todos queramos los dones de la paz, que el
ser humano respete y cuide el medio ambiente... Pero a menudo, al expresar
estos anhelos, las respuestas son: ¡Empieza por mejorarte a ti mismo! Y es
cierto, debemos iniciar por reconocer nuestros defectos y pecados. Sin embargo,
la historia nos muestra que parece imposible mejorar al ser humano y a la
sociedad. Aunque nos esforzamos en educar el corazón del hombre, y dirigirlo
mediante leyes y normas éticas, cultivarlo y convencerlo de hacer el bien, en
el fondo no lo logramos. El profeta nos recuerda: "Engañoso es el corazón
más que todas las cosas, y perverso" (Jeremías 17:9). Al mismo tiempo nos
muestra, de una manera simbólica, la incapacidad del hombre para transformarse
a sí mismo: "¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas?"
(Jeremías 13:23). ¿Hay que desesperarse? No, el Dios de amor puede y quiere
obrar para el bien de su criatura: "Os daré un corazón nuevo, y pondré
espíritu nuevo dentro de vosotros" (Ezequiel 36:26). ¿Cómo puede suceder
esto? Mediante la fe en Jesucristo: "De modo que, si alguno está en
Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas
nuevas" (2 Corintios 5:17). Y efectivamente todo cambia cuando lo que me
hace actuar, mis intereses y mis objetivos pasan a ser los del nuevo hombre que
fue creado en mí. El orgullo, el egoísmo y los vicios que me gobernaban dan
paso a la humildad y al deseo de servir a los demás. Para mí ya no cuenta el
amor propio, sino el amor a Dios y al prójimo. “Lo que es nacido de la carne,
carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que
te dije: Os es necesario nacer de nuevo”. (Juan 3:6-7). Señor, enséñanos a
obrar conforme a tu santa Voluntad. Amén.
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