Fiódor Mijailovich Dostoievski, escritor ruso.




Fiódor Mijailovich Dostoievski, escritor ruso, nació el 11 de noviembre de 1821 en Moscú, en el seno de una familia acomodada. Su madre murió cuando era joven a causa de una tuberculosis.

En San Petersburgo, después de la muerte de su madre, ingresó en la Escuela de Ingenieros y allí empezó a sentir una inclinación hacia la literatura con las lecturas de Shakespeare, Víctor Hugo y Hoffmann.

Afirman sus biógrafos que sufría epilepsia. Cuando falleció su padre, un hombre déspota y violento, casi pierde la razón. Sin embargo, Dostoievski hizo frente a las circunstancias adversas, y en los personajes que creó dejó mucho de sus propios sentimientos, pensamientos y emociones.
Su primera esposa murió, así como su hermano y su primera hija con Ana Grigorievna, la mujer con la que compartió el resto de su vida.
Sus obras giran en torno a la influencia del contexto social, espiritual y político.
Su primera novela, Pobres gentes, el público y la crítica la aplaudieron. Condenado a muerte por colaborar con grupos revolucionarios y liberales de la Rusia zarista, consiguió que minutos antes de la ejecución la orden fuese revocada, aunque pasó cuatro años en una cárcel de Siberia.
Reapareció en el escenario de las letras con Recuerdos de la casa de los muertos. Luego, siguieron Memorias del subsuelo, El jugador y Crimen y Castigo, novela de gran influencia en occidente.
Dostoievski confirmó su talento y conocimiento de la psicología humana con El idiota, Los demonios, Diario de un escritor, El adolescente y Los hermanos Karamazov, considerada por él mismo como su mejor trabajo.
En el año 1881, en San Petersburgo, a causa de una hemorragia pulmonar, murió el 9 de febrero.
Su epitafio es una frase de Jesucristo aparecida en el evangelio de San Juan, concretamente en la parábola del grano de trigo:
“En verdad os digo que, si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto”
En El jugador encontré esta joya que les comparto: “Mientras tanto observaba y tomaba nota mental de lo que veía; me pareció que la «combinación» no significa gran cosa y no tiene, ni con mucho, la importancia que le dan algunos jugadores. Se sientan con papeles llenos de garabatos, apuntan los aciertos, hacen cuentas, deducen las probabilidades, calculan, por fin realizan sus apuestas y… pierden igual que nosotros, simples mortales, que jugamos sin «combinación»”.

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