Oración del día

12 de enero de 2023
 Señor:


Muchas veces, nuestra envidia es mayor que nuestro afán de conocer y amarte. Siempre se envidia lo que no se tiene y con lo que se posee se humilla a quien carece de ese bien. Pero como a la envidia la corteja la avaricia cada día se desean más cosas que terminan por hacernos caer en el abismo y nos olvidamos de tu Evangelio. Nos aferramos a lo efímero sin percatarnos que la muerte es la deuda que pagamos pronto, aún en contravía de nuestra voluntad. Nadie puede evitarla así tenga tesoros para comprar la vida terrena. Nadie puede agregar un día a su existencia si ese privilegio no se lo concede el Padre. Con justa razón dice la escritura: "Acuérdate de tus postrimerías y no pecarás jamás" (Eclo. 7,40). Sabia sentencia, consejo práctico para quienes en realidad buscan a Dios y no se dejan confundir con las comodidades de este mundo de apariencias. Esta sentencia nos sitúa en lo real, nos libera de ilusiones y vanos pedestales que persiguen la propia alabanza, los intereses egoístas, el frenesí de la locura del deseo insatisfecho y que somete a la esclavitud. 
Esta sentencia nos sitúa en lo real y desenmascara esas pretensiones de la ignorancia que llevan a equivocaciones nefastas acerca del verdadero destino del ser humano. Cuando sabemos cuál es nuestro destino descubrimos la dignidad de hijos de Dios y nos vinculamos con nuestros semejantes en el amor fraterno. Esta verdad nos aleja del utilitarismo degradante y nos señala el Santo temor de Dios como fin próximo. El Santo temor de morir y permanecer para siempre alejados de Dios por nuestra propia voluntad, por negarnos a aceptar su plan de salvación y así evitar la muerte, es decir, por evadir el llamamiento a la vida eterna. 
Sólo Tú, Señor, puedes dar la paz y la felicidad que el alma anhela y para conseguirlas debemos, aquí en la tierra, cumplir tu voluntad. Así evitaremos caer en los parajes de la maldad. Pidamos al Señor, en este día, que nos conceda el Santo temor y sobre todo el amor al Padre eterno y a nuestros semejantes para poder decir con labios puros: Padre nuestro, líbranos de todo mal. Amén.

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