De Reflexiones para un buen día

 

En Reflexiones para un buen día escribí, hace ya treinta y tres años, lo que amablemente ofrezco a mis lectores y amigos:

Nadie entiende cómo podamos mirar compasivamente a ciegos, sordomudos, cojos y mancos, y mostrarnos indiferentes ante los actos de los malvados que son ciegos, sordomudos e inválidos del espíritu. Quizás la única esperanza que nos quede sea la misma que llevó a Juan Racine en Atalía a escribir: “Aquel que frena el furor de las olas también sabrá detener los designios de los malvados.”

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