Oración del día

 


23 de febrero de 2024

Padre Celestial:

Gracias por esta oportunidad de reconocerte como nuestro Dios y nuestro Padre. Una pregunta exige una respuesta. Danos sabiduría para aceptar tu palabra. Una pregunta que hoy debemos responder es esta: ¿Quién es justo? (Leer Lucas 5:27-35)

En el Evangelio hallamos a Mateo, un publicano, recaudador de impuestos para los romanos, por esta labor era despreciado por sus conciudadanos. Un día escuchó la voz de Jesús: "Sígueme", y al momento dejó todo y siguió al Señor. Incluso le recibió con un gran banquete en su casa; gastó su dinero en los demás sin esperar que le retornaran esa atención. Sentado a su mesa, Jesús compartió con personas del pueblo. Entonces los fariseos, esos hombres religiosos, pero a menudo hipócritas, criticaron a Jesús, porque comía con publicanos y pecadores. No comprendían que esas personas no habían venido en función de sus méritos, sino porque tenían necesidades espirituales y querían escuchar a Jesús.

Jesús vino precisamente por esas personas. A los fariseos, Jesús dirige sus palabras: “Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento”. (Lucas 5:31-32). Jesús, en nuestro caso, llamó a Mateo, y éste, reconoció su condición de pecador. Respondió al llamado y se arrepintió. Se hizo justo mediante la fe en Cristo, quien iba a morir por él. Los fariseos se creían justos porque observaban estrictamente ritos y tradiciones, pero sólo eran justos a sus propios ojos, y no a los de Dios. Todavía hoy Dios llama a todos los hombres para que se arrepientan, pues para él "no hay justo, ni aun uno" (Romanos 3:10). Para Dios todos estamos enfermos a causa del pecado y necesitamos a Jesús, el divino médico. El primer paso que debemos dar es aceptar que somos pecadores y reconocer el poder del perdón que Dios nos ofrece a través de su Hijo. Respondamos, en este nuevo día, el llamado que Jesús nos hace y abramos nuestro corazón para que se hospede en él. Señor, ven a nuestro encuentro y perdona todos nuestros pecados. Si Tú quieres, puedes sanarnos de la lepra que nos deja la soberbia. Amén.

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