Oración del día
14 de diciembre de 2023
En este nuevo día recorro tu
camino. En el mesón de Belén no había lugar para Ti ni para José y María; El
mundo no quiere saber de pobres e insignificantes. Tú, mi Señor, a lo largo de
tu vida en la tierra, no tuviste "dónde recostar tu cabeza" (Mateo
8:20). Enseñaste la Palabra de Dios con la autoridad que da el buen ejemplo,
pero en medio de la incomprensión y la hostilidad. Como dice el salmista:
"Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla" (Salmo
126:6). Fijaste tu mirada en Jerusalén, la ciudad que tendría que haberte
recibido con gozo, pero al ver su desprecio, lloraste. (Lucas 19:41-42). Así le
dijiste: "¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta
sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!" (Mateo 23:37). Luego
saliste de la ciudad con la cruz sobre tus hombros, rodeado de una multitud
hostil y desagradecida, para dejarte clavar en el madero sin presentar
oposición a quienes de Ti se burlaban. "Como oveja delante de sus
trasquiladores..., como cordero llevado al matadero, no abrió su boca”. (Isaías
53:7). “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores,
experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue
menospreciado, y no lo estimamos”. (Isaías 53:3). El odio de los hombres no tiene
límites y la crueldad se manifiesta en la persona que ignoran y odian.
Entregaste tu vida. Luego, ya muerto, sufriste todavía una injuria suprema: un
soldado romano te abrió el costado con una lanza. Pero respondiste a tanta
crueldad con sumo amor. ¡Maravilloso milagro que no comprendemos! Del costado
abierto salió la sangre que purifica de todo pecado al que cree en Ti. Pero el
evangelista advierte que la ira de Dios permanece sobre todo el que no cree
(Juan 3:36). Unimos, en este nuevo día, nuestras voces a las de los que creen
para decir llenos de agradecimiento: "El Hijo de Dios... me amó y se
entregó a sí mismo por mí" (Gálatas 2:20). Gracias, Señor, por tu vida. No
permitas que me separe de ti. Amén.
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