Oración del día
18
de diciembre de 2023
Padre celestial:
Te pido misericordia, en este nuevo día, para los migrantes que buscan prosperidad y por los que se hallan heridos en los hospitales. Ellos buscan una futura residencia, cercana a todas las comodidades, en un hermoso ambiente. Es su sueño, pero hallan el sueño eterno en su viaje a hacia una tierra desconocida que probablemente los rechaza.
Nuestra vida terrenal
ofrece una gran variedad de residencias con los privilegios que da la riqueza y
se nos olvida elegir y buscar el lugar donde moraremos para siempre después de
nuestra muerte. Somos peregrinos que vamos hacia una tierra prometida, en ella
nos espera la presencia de Dios, si hemos vivido de acuerdo con sus
mandamientos o estaremos para siempre excluidos de la felicidad que da
compartir con Él sus jardines.
La entrada a esa casa
eterna en los cielos es gratis para todos, pero no olvidemos que la elección de
habitar en ella debe tomarse hoy. En el más allá no nos concederán ninguna
posibilidad de cambiar de lugar, de cambiar las actitudes que nos alejan de la
gracia divina. Así que, antes que finalice este año escuchemos al apóstol:
"os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios... He aquí ahora el
día de salvación" (2 Corintios 5:20; 6:2). Quien cree en Jesús y acata su
palabra tendrá un cuerpo glorioso y una casa "eterna".
Sabemos que si
nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un
edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. (2 Corintios 5:1)
Esta esperanza
de un vida plena y eterna la fundamentamos en la resurrección de Cristo de
entre los muertos. Después de haber dado voluntariamente su vida, Jesucristo se
revistió de un cuerpo glorioso, y el discípulo que lo acepta está destinado a
tener un cuerpo semejante al suyo. El apóstol Pablo afirmó: "Nuestra
ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor
Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que
sea semejante al cuerpo de la gloria suya..." (Filipenses 3:20-21). Señor,
lleva a la vida eterna quienes ya murieron y sana las heridas de quienes aún luchamos
contra la enfermedad. Amén.
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