Oración del día
16
de diciembre de 2023
El Padre celestial nos puede curar o salvar, gracias a las oraciones de otras personas. Cuando estamos enfermos de gravedad no somos conscientes y no podemos invocar y suplicar a Dios nuestra salud. Lucas nos dice que unos hombres llevaron en camilla a un paralítico y no hallando por donde pasar para ponerlo frente a Jesús se subieron al techo y desde allí lo hicieron descender para que lo sanara. Pero Jesús comienza el proceso de curación -porque ve la fe de aquellos hombres- diciendo al enfermo: “Tus pecados te son perdonados.” Quienes no creen en Él piensan que blasfema, mas Jesús no se deja intimidar por su actitud hostil y pregunta: ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados te son perdonados”, ¿o “Levántate y camina”?
A Dios no le
preocupa la mala intención de quienes lo juzgan y no lo aceptan. Tampoco los
deseos irracionales de la ignorancia porque sabe que en estas personas no puede
florecer la fe. Y mucho menos el verdadero Amor. Con su pregunta busca atraer
su atención y así poderlos salvar, pero ellos no lo quieren.
Comprendamos
que para salvarnos y curarnos tenemos que aceptar al Hijo del hombre. Cristo
vino para salvar a los que están enfermos del alma, para redimir a los
pecadores. Al Redentor le interesa más el alma que el cuerpo. Sin embargo, en
su bondad divina, también le dice: “Para que ustedes sepan que el Hijo del
hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados, yo te lo mando,
levántate, toma tu camilla y vuelve a casa”. Y el paralítico se incorpora y
salta de gozo.
La acción de
Cristo en nosotros no surte efecto si carecemos de fe y en nuestro ánimo no
existe la intención de convertirnos y cambiar nuestras actitudes perjudiciales
y hostiles hacia los demás que nos arrastran hacia el abismo.
Pidamos, en
este amanecer del tiempo de adviento, al Hijo del Dios vivo que nos conceda su
perdón, sus remedios saludables, la gracia de su Santo Espíritu, y no cerremos
nuestros oídos a su Palabra si queremos escuchar: “Tus pecados te son
perdonados”. Seguramente que al vernos sanos diremos como aquellas gentes que
fueron testigos del poder del Mesías: “Hoy hemos visto cosas maravillosas”.
(Lucas 5,17-26). Amén.
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