Oración del día

 


8 de abril de 2024

 Padre celestial:

Deseo saludarte como hace muchos siglos el Salmista te saludó. Uno mi voz a él, pues comparto similares sentimientos.  

 "Escúchame, Señor, y respóndeme, pues soy pobre y desamparado;

si soy tu fiel, vela por mi vida, salva a tu servidor que en ti confía.

Tú eres mi Dios; piedad de mí, Señor, que a ti clamo todo el día.

Regocija el alma de tu siervo, pues a ti, Señor, elevo mi alma.

Tú eres, Señor, bueno e indulgente, lleno de amor con los que te invocan."
(Salmo 86: 1 -5 )

La enfermedad, a veces, nos agobia. Es parte de las pruebas y de las vivencias que sufrimos como consecuencia de los excesos; el error como los desequilibrios del cuerpo trae sus consecuencias. Las pasiones desmedidas conducen a los excesos y con ellos llegan los dolores y las carencias que producen en nosotros gérmenes malsanos, por desgracia y sin pensarlo, estos males se vuelven permanentes y en algunas ocasiones especiales, hereditarios. En algunos de estos males la ciencia queda impotente para determinar sus causas y al no conseguir esclarecerlas no puede el médico formular el tratamiento que restablezca la salud. Es menester, pues, resignarse a sufrir las dolencias que disminuyen nuestro ánimo y nos coloca en un estado de inferioridad que nos es difícil, de acuerdo con nuestros conocimientos y fuerzas, cambiarlo. Entretanto, pidamos al autor de la vida, como lo hace el salmista, la salud. Si a pesar de nuestros esfuerzos, no podemos alcanzar la salud, el Evangelio nos enseña que debemos buscar refugio en Dios. Los sufrimientos corporales, si los asumimos con fe y pedimos a Dios en oración la salud, pueden ser disipados o aliviados cuando los medios curativos de la ciencia se tornan inocuos. Al lado de la medicación y consejos de los médicos, Jesús nos revela la fuerza de su Santo Espíritu que es eficaz para recobrar la salud.

"Entró de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle. Dice al hombre que tenía la mano seca: «Levántate ahí en medio.» Y les dice: «¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?» Pero ellos callaban. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano.» El la extendió y quedó restablecida su mano." (Marcos, 3 1-5)

"Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados". (Santiago 5:15)

Pidamos a Dios que nos dé la fortaleza para soportar la enfermedad y que tenga piedad de nosotros y nos devuelva la salud. ¡Amén!  

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