Oración del día
9 de abril de 2024
Estamos en
tiempos de reconciliación y debemos admitir que Tú eres el único Santo y que
nosotros como seres humanos a cada momento de la vida estamos predispuestos al
error.
Tomemos para meditar en este nuevo amanecer el
fragmento del Evangelio de Lucas 7:36-50.
Simón, hombre muy religioso, invitó a Jesús a su
mesa. Durante la comida una mujer de mala conducta entró en la casa. Con su
llanto regó los pies de Jesús. ¡Sin duda lágrimas de arrepentimiento! También
derramó a sus pies un frasco de perfume, como prueba del honor y del aprecio
que quería demostrar a Jesús. ¡Qué conmovedora escena! No habló, pero manifestó
un sincero arrepentimiento y un amor que respondía a la gracia del Salvador. Lo
que esta mujer hizo es lo que el Señor aprecia. Ella era consciente de la gran
deuda que tenía con Dios y fue a Jesús con un corazón quebrantado y humillado
(Salmo 51:17). ¡Qué contraste con la actitud de Simón! Antes de hablar a la
mujer, el Señor tuvo que explicarle (versículo 40), pues conocía sus
pensamientos secretos. Le dijo que esta mujer, a quien Simón miraba con
menosprecio, en realidad lo había superado por su arrepentimiento, su fe y su
amor (ver Mateo 21:31). Podríamos escuchar nuestro nombre en lugar del de
Simón: «Una cosa tengo que decirte a ti también. Tal vez te compares a otros
que no tienen tan buena reputación como tú, y te sientas privilegiado, pero lo
que cuenta a mis ojos es el amor que me manifiestas, las pruebas de ese amor
son tu contraseña para entrar a la vida eterna». Jesús dijo a la mujer:
"Tus pecados te son perdonados" (Lucas 7:48). Tu fe te ha salvado,
vete en paz. (Lucas 7:50)
¿Podemos hacer nuestra la afirmación de Jesús?
Puedo apropiarme plenamente de ella cuando miro al Señor, muerto en la cruz,
pero vivo en el cielo e intercediendo por mí. Señor, no tengas en cuenta mi
pecado, dame tu perdón y permíteme resucitar contigo. ¡Amén!
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