Oración del día

 


Señor Jesús:

Te alabo y te doy gracias, en este nuevo día, por aceptar tu misión de salvarnos. Hoy medito sobre ese pasaje que nos llena de consuelo al saber que vendrán nuevas noticias de paz y nos darás nueva vida.  

¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación! (Isaías 52:7)

El profeta promete a Israel la redención del cautiverio y el regreso del destierro, y asegura al pueblo escogido de Dios que serán restaurados a la tierra de sus padres. Cesará el abandono y el desarraigo, consecuencia del pecado, y volverá la adoración de Dios en el monte Sion.

El Evangelio nos trae la noticia de la victoria sobre el pecado, anuncia la reconciliación con nuestro Dios y Padre. Pero el pecado todavía permanece en el mundo, a pesar de las victorias de Jesús, así como los cananeos que permanecieron en los límites de la tierra prometida, a pesar de las victorias de Josué.

Esos cananeos están allí para probar a los hijos de Israel y enseñarles la guerra (Jueces 3:1). Por una razón similar el pecado todavía queda en la tierra y somos puestos a prueba para demostrar obediencia a Dios. Pero ya no somos débiles. Cristo es nuestra armadura en la prueba. Nos ha enviado su Espíritu para fortalecernos mientras estamos de pie y nos ha dado su cruz para que nos sujetemos a ella para no caer. Con Cristo, la muerte no es final oscuro y lúgubre sino la puerta que se abre a una vida gloriosa y en paz. Ya no estamos enemistados con Dios. Ahora somos sus hijos y debemos portarnos como los príncipes y princesas que somos. Obremos de acuerdo con la voluntad de Dios. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. (1 Juan 4:10). Señor, ven y ayúdanos a luchar contra nuestros egoísmos y vicios. Amén. 

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