Oración del día
13 de junio de 2022
Padre celestial:
En este amanecer en que
deseo agradecer tus favores y la vida fluye por mis venas, recuerdo como los
antiguos establecieron analogías entre las bendiciones y los fenómenos observables.
"Si las nubes fueren llenas de agua, sobre la tierra la derramarán; y si
el árbol cayere al sur, o al norte, en el lugar que el árbol cayere, allí
quedará" (Eclesiastés 11:3). En la Biblia, libro en el que revelas al ser
humano tu voluntad, la lluvia es imagen del bien que Dios derrama sobre la
humanidad. A pesar de las amenazas que se ciernen sobre el planeta por la
irresponsabilidad de los dirigentes, el desaseo de los ciudadanos y la codicia
de los humanos, Dios continúa velando sobre el equilibrio de la naturaleza,
indispensable para la vida. "Todo fue creado por medio de él y para él. Y
él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten"
(Colosenses 1:16-17). Si bien Dios nos hace bien a todos, como la lluvia que fecunda
la tierra, también nos advierte que nuestra vida termina como un árbol que se
desploma a causa de la tormenta y se queda donde cae. Esta comparación nos
interpela. Como para todos los seres vivos, hay un día en el cual la vida del
hombre se acaba aquí en la tierra. “De la manera que está establecido para los
hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio”. (Hebreos 9:27) En
el momento de su muerte, su situación respecto a Dios determina definitivamente
su futuro. Si muere en sus pecados (Juan 8:24), es decir, sin haber aceptado el
perdón de Dios mediante la fe en Jesucristo, no tendrá otra perspectiva que el
juicio y los tormentos eternos. Pero si muere y descansa "en el
Señor" (Apocalipsis 14:13), es decir, si aceptó la gracia divina, su alma
va al paraíso. No hay otro camino para ser salvo; el ser humano se debe
convertir de su vida de vicios a un ejercicio de la santidad, es decir, a someterse
a Dios que desea que viva eternamente. “El que cree en el Hijo tiene vida
eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de
Dios está sobre él. (Juan 3:36)
Dios nos ama y desea
salvarnos hoy. ¡No esperemos estar al borde de la muerte para arrepentirnos de
nuestras maldades! "He aquí ahora el día de salvación" (2 Corintios
6:2). Señor, ten misericordia de quienes somos pecadores, pero confiamos en tu
amor. Amén.
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