Oración del día


 


26 de agosto de 2022

 

En este nuevo día, Jesús, te reconozco como mi Señor y mi Dios.

Hay que admitir que Jesús es Señor y Dios, pero no es tan fácil para muchos. Todos nacemos ciegos, sin la luz de la fe. Lo reconocen como un profeta, como un hombre. Incluso algunos niegan su realidad histórica y consideran que se trata de una fantasía. (Leamos Juan 9:13-38) Pero en el Evangelio hallamos un relato sobre la curación de un ciego de nacimiento por parte de Jesús. Este hecho sirve para que analizando tracemos un mapa que nos conduzca a su presencia. El ciego recobró la vista y, paralelamente, descubrió quién era Jesús. Al principio, para él, Jesús es un hombre; luego avanza un paso más y lo admite como su Señor. A la pregunta de los fariseos: "¿Qué dices tú del que te abrió los ojos?", respondió: "Que es profeta". Y luego, después de su segundo encuentro con Jesús, exclamó: "Creo, Señor; y le adoró".

Debemos reconocer a nuestro salvador como Señor y Dios. La Palabra nos invita a preguntarnos: ¿Cuál es mi posición respecto a Jesús? ¿Quién es Jesús de Nazaret para mí? Para que Jesús nos salve es necesario, como lo hizo el ciego, reconocerlo como el Hijo de Dios, en consecuencia, como nuestro Señor a quien adoramos como Dios. La fe nos indica la persona de Jesucristo como tabla de salvación. La curación del ciego ilustra la respuesta a nuestras necesidades, pues en cierto modo, todos somos ciegos de nacimiento en el ámbito espiritual. Si reconocemos nuestro estado de pecadores ante Dios, él nos dará la fe suficiente para ver a Jesús, el Hijo de Dios, nuestro Salvador. Hoy digamos con humildad y sinceridad una plegaria simple: Jesús, confío en ti. Amén.  

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