Oración del día
27 de agosto de 2022
Padre celestial:
Gracias
por la vida y la salud. Hoy deseo meditar sobre una etapa hermosa a la que me
permitiste llegar. La vejez es la indigencia por excelencia. Como dice el salmo
39: “Todo hombre es un suspiro” Qué ingenuo fui al creer que la vejez nunca me
alcanzaría. No imaginé este cansancio, de algunas mañanas, que me invade desde
la cabeza hasta los pies. “Me has dado una vida muy corta; no es nada mi vida
delante de ti”. Cuando resulta imposible hacer las tareas cotidianas porque me
da vueltas la cabeza, uno se vuelve cada vez más dependiente de los demás.
Entonces hay que aceptar, minuto a minuto, ese estado de incapacidad que
aumenta día a día. Sé que dentro de un año será aún más difícil que hoy. ¡Es
duro envejecer sin esperanza y sin salud plena! Nunca se piensa, en los
primeros años, que la vejez caerá como la tarde para entrar en la noche.
Por
el momento lo que debo hacer es abandonarme en tus manos, Señor. Me había
preparado para la muerte, pero no para la vejez. Había imaginado que mi muerte
sería un punto final a mis proyectos y actividades... Ahora, no tengo la menor
duda, sé que debo esperar ese último momento. Tengo que pasar por la prueba de
la gran vejez con las debilidades físicas y la dependencia que conlleva. “Señor,
escucha mi oración, ¡presta oído a mis lamentos!” Mi muerte está cercana y el
día de mi partida sólo tú lo sabes... Me preparo para ese momento haciendo lo
más importante en el tiempo que me concedes para vivir. “¡Todo hombre pasa como
una sombra!” Es una etapa importante que me permites, Señor, atravesar para que
pueda poner orden en mi interior antes de presentarme ante ti... Al acercarme a
la eternidad veo la muerte como la llave que abre los jardines celestiales. Dame
sabiduría para comprender las ventajas de esta cita ineluctable y cuida de mí
hasta el instante final de mi existencia. Te lo pido en el nombre de tu Hijo
amado, Amén.
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