Oración del día
12 de abril de 2022
Padre celestial:
Danos sabiduría y fortaleza
en esta nueva jornada a la que nos llamas al concedernos la existencia. Tenemos
una vida efímera y nuestros cuerpos son frágiles como copa de cristal. Algunos
hechos de nuestra vida y fenómenos de la naturaleza escapan a nuestra
comprensión.
“Hoy pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ti, de que te he
dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición. Elige,
pues, la vida, para que vivan tú y tus descendientes. Ama al Señor tu Dios,
obedécelo y sé fiel a él, porque de él depende tu vida, y por él vivirás mucho
tiempo en el territorio que juró dar a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob.”
(Deuteronomio 30: 19-20)
“Presidente, ¿ahora si me cree?”. Quien lo cuestionaba era Leopoldo
Guevara, piloto boyacense que desde hacía un año servía como voluntario de la
Defensa Civil del Tolima y que pocas horas antes había telefoneado a la Casa de
Nariño para informar que “Armero era un playón de lodo, Armero se borró del
mapa”.
La pregunta la escuchó Belisario Betancur, la mañana del 14 de noviembre
de 1985, cuando descendió del helicóptero que lo dejó, por fin, a los pies de
la tragedia de Armero. De la tragedia que se había negado a creer.
“Cuando sobrevolé la primera vez alcancé a ver centenares de personas
que me hacían señales de que estaban vivas, que pedían auxilio. Cuando pasé por
segunda vez, fueron muchísimas menos”.
“Fue difícil recuperarse de un momento así. Yo estuve en tratamiento
psiquiátrico durante seis meses y casi se me acaba el matrimonio porque me
daban unos cambios súbitos de humor. Estaba feliz, pero de repente me sentía
furioso”.
Leopoldo lo cuenta mientras sostiene entre las manos un rosario blanco
que también le recuerda a diario que él fue uno de los héroes de esa tragedia
que enlutó a Colombia. (Archivo de El País y Colprensa)
“Me lo regaló el papa Juan Pablo II cuando visitó el camposanto de
Armero siete meses después de la avalancha. Cuando me lo entregó me dijo:
“hazlo todos los días y cambiarás tu vida. Y así lo he hecho hasta hoy. Oro por
mí y por los que sobrevivieron para que les regrese la esperanza”.
Cuando sobreviene
la tragedia pensamos: “¿por qué Dios lo permitió?” Cuestionamos a
Dios como si fuera el responsable y olvidamos algo muy valioso que Dios nos dio
y que llamamos “libre albedrío “.
El libre albedrío nos permite decidir cómo vivir nuestras vidas y cómo
actuar en cada situación. Es por eso por lo que los humanos somos responsables
de todo lo que sucede en nuestro planeta. Absolutamente todo.
Culpar o responsabilizar a Dios por nuestras decisiones es lo más simple. Las
tragedias naturales son el resultado de los múltiples factores en los cuales
tenemos responsabilidad, ya que el ser humano interfiere constantemente con el
medio ambiente.
Dios es soberano, pero nos ha dado a todos la libertad de decidir. Por
lo tanto, siempre debemos optar por lo más conveniente para nuestras vidas.
Señor, siempre quiero tomar buenas decisiones, pero muchas veces me
equivoco. Te agradezco me hayas otorgado la libertad y por eso en este día decido
amarte y servirte. ¡Amén!
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