Oración del día
Padre celestial:
Estamos
en tiempos de reconciliación y debemos admitir que Tú eres el único Santo y que
nosotros como seres humanos a cada momento de la vida estamos predispuestos al
error.
Tomemos para meditar en este nuevo amanecer el fragmento del Evangelio de Lucas 7:36-50.
Simón,
hombre muy religioso, invitó a Jesús a su mesa. Durante la comida una mujer de
mala conducta entró en la casa. Con su llanto regó los pies de Jesús. ¡Sin duda
lágrimas de arrepentimiento! También derramó a sus pies un frasco de perfume,
como prueba del honor y del aprecio que quería demostrar a Jesús. ¡Qué
conmovedora escena! No habló, pero manifestó un sincero arrepentimiento y un
amor que respondía a la gracia del Salvador. Lo que esta mujer hizo es lo que
el Señor aprecia. Ella era consciente de la gran deuda que tenía con Dios y fue
a Jesús con un corazón quebrantado y humillado (Salmo 51:17). ¡Qué contraste
con la actitud de Simón! Antes de hablar a la mujer, el Señor tuvo que decirle
"una cosa" (versículo 40), pues conocía sus pensamientos secretos. Le
explicó que esta mujer, a quien Simón miraba con menosprecio, en realidad lo
había superado por su arrepentimiento, su fe y su amor (ver Mateo 21:31).
Podríamos escuchar nuestro nombre en lugar del de Simón: «Una cosa tengo que
decirte a ti también. Tal vez te compares a otros que no tienen tan buena
reputación como tú, y te sientas privilegiado, pero lo que cuenta a mis ojos es
el amor que me manifiestas, las pruebas de ese amor son tu contraseña para
entrar a la vida eterna». Jesús dijo a la mujer: "Tus pecados te son
perdonados" (Lucas 7:48). Tu fe te ha salvado, vete en paz. (Lucas 7:50)
¿Podemos hacer nuestra la afirmación de Jesús? Puedo apropiarme plenamente de ella
cuando miro al Señor, muerto en la cruz, pero vivo en el cielo e intercediendo
por mí. Señor, no tengas en cuenta mi pecado y dame tu perdón. ¡Amén!
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