Oración del día

 


19 de abril 2022

Padre nuestro:

 Bajo la lluvia de este día pienso en la playa y en el mar. Veo en mi mente muchos barcos cerca del muelle. Así comprendo que cuando los marineros echan el ancla, lo hacen para retener el barco, para que el viento y las olas no se lo lleven. El ancla está atada a una cadena que atraviesa las agitadas olas para luego desaparecer en las profundidades marinas. No vemos el fondo del mar ni el ancla, pero sí el efecto, es decir, la estabilidad del barco. Esta imagen ilustra nuestra realidad espiritual. Un verdadero cristiano está sólidamente anclado a Cristo mediante la fe. Pero el ancla, del discípulo de Jesucristo, en vez de haber sido lanzada a lo profundo de las agitadas aguas de este mundo, está arraigada en el cielo, donde Jesús entró después de haber obtenido una redención eterna para nosotros al morir en la cruz. (Hebreos 9:12).

Hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor. (Hebreos 6:18-20)

Nosotros iremos a su encuentro un día (Juan 17:24) si lo aceptamos como nuestro Salvador. ¿Tiene usted su esperanza en Jesucristo? Sólo él puede guardarnos de naufragar y conducirnos al puerto que nuestra alma desea (Salmo 107:30). El fondo del mar donde el ancla descansa permanece oculto a los ojos de los marineros. De igual manera, nosotros no vemos a Jesús con nuestros ojos físicos, pero estamos unidos a él por la fe. Sabemos que está vivo y responde a nuestras oraciones. Los que nos ven mantener la fe en Cristo en medio de las pruebas, pueden percibir que actuamos como soñadores, que somos ilusos. Pero su resurrección es prenda de garantía de que resucitaremos con él. Pidamos al Padre, en este nuevo amanecer, la sabiduría de su Santo Espíritu para comprender que estamos anclados a la roca que nos salva y ningún naufragio debemos temer. Señor, en ti confiamos y esperamos nos sostengas con tu amor cuando llegue el día que debamos zarpar hacia los mares de la eternidad. ¡Amén!

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