Nunca piense que la lucha es inútil.


No importa que esté ocurriendo en su interior o en el ambiente exterior. Pero confíe en usted mismo y en que Dios está a su lado cuando lo invoca. No tema sentir la tempestad del mundo en contra suya. Tampoco llore porque la persona que dijo que lo amaría eternamente se haya marchado. Quizás, igual que esa persona, los amigos lo abandonaron.
No faltan los días en que usted se da cuenta que la lucha es inútil. Por muchos esfuerzos que haga las cosas no salen como las planea y desea. En esas ocasiones hasta se tiene la pretensión de detener la barca en que se viaja. Es que la magia de la vida se levanta como el rocío ante la presencia del sol. La felicidad se escapa como la mariposa que no se deja atrapar. Sólo la angustia lo abraza y la desesperación se apodera de sus pensamientos.  En el camino no ve más que montículos de espinas y obstáculos insalvables.
Cuando llegue a estos recodos del camino no tenga miedo. Ámese a si mismo e invoque la presencia de su Creador. Solamente los arrogantes renuncian a su poderosa ayuda. No acepte que Dios lo ha abandonado, dese cuenta que Él lo está preparando para ser fuerte y emprender nuevas misiones que exigirán mayores sacrificios.
Viva sin perder la fe en que vendrán mejores tiempos.  Este camino de la vida se recorre paso a paso, no por saltos del azar. Madure sus sentimientos hacia los demás y hágalos cada día más sinceros. No engañe porque al hacerlo el primer engañado es usted. Más temprano que tarde descubrirán sus intenciones sucias y traidoras. Al quedar al descubierto su vergüenza aumentará su soledad. En los momentos difíciles es cuando más se necesita de unas  palabras de consuelo y una compañía que esté dispuesta a escuchar.  
Cuando se vea ahogado en medio del tedio y el abatimiento, experimente la necesidad de la oración. Si llama a Dios con la humildad y sinceridad del corazón, observará la magia del milagro. Siempre hay regalos asombrosos para quien tiene fe y sueña con la promesa divina. Ponga sobre el altar del cielo la agonía que lo invade para que se libere del sufrimiento que no lo deja caminar.
Los dolores a los cuales la vida nos remite son la consecuencia lógica de las equivocaciones cometidas y las pasiones desbordadas. La felicidad se construye con la repetición de actos perdón y amor. Perdónese sus errores para que pueda comenzar a corregirlos. Perdone a quienes hayan podido contribuir a su dolor y desdicha. No olvide que el perdón es la máxima expresión del amor y comience a practicarlo con usted mismo. Regrese a su pasado para corregir y perdonar los errores que lo llevaron a ese estado doloroso.      
El sencillo acto de aceptar su condición de sufrimiento le dará fortaleza a su espíritu y sabiduría a su mente. Es más fácil cambiar si se tiene conciencia de aquello que deshumaniza e impide alcanzar el pleno desarrollo humano. Aprenda a amar la virtud y haga lo que se debe hacer para lograrla. No es fácil ser virtuoso pero es más vergonzoso seguir encadenado al vicio. Además, los vicios conducen a la muerte.    
No se deje confundir ni se enfade por lo tortuoso del camino. Busque la verdad que se encuentra en la experiencia diaria. Los acontecimientos, como los días, vienen cargados de alegrías y tristezas. Siempre estará entre estas dos orillas.
No pierda el derrotero que se haya trazado y no olvide la meta hacia la cual se dirige. Hay lugares que asustan por la sordidez pero siempre tienen como todo lo material sus límites. Busque la salida. Piense y anímese que este paisaje lóbrego pronto cambiará si modifica su actitud. Toda época mala también tiene su final. Como las aves que se ausentan en invierno, volverán la dicha y la esperanza. Usted volverá a sentirse amado y rodeado de las cosas que desea.
            
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