Hoy debes detenerte y
reflexionar.
12 de marzo de 2013
Tienes
la sensación de que la felicidad es un
espejismo cuando no sabes detenerte a tiempo para contemplarte y valorarte. Te
lo pasas corriendo a toda hora como si alguien te fuera persiguiendo. Esa manía
de persecución no es más que un síntoma de una grave enfermedad de tu espíritu.
Has perdido la costumbre de reflexionar para desarrollar la conciencia y tener
la seguridad de escoger el mejor de los caminos. En esa carrera sin sentido
vives aturdido y deseas a todas luces acelerar más para evadirte de esa caterva
que has formado con tus actos. Son muchas las cosas que acumulas a diario, pero
pocas las satisfacciones que experimenta tu alma.
Empujas
y empujas sin darte cuenta que así no lograrás nada porque lo que no sirve en
tu auto es el motor. De tanto hacer cambios equivocados se ha fundido y ahora
no tiene la fuerza para llevarte al lugar que añoras.
También
sabes que si lo abandonas todo y corres hacia allá no hallarás a nadie porque
todos se cansaron de esa forma arrogante de tu ser y prefirieron dejarte solo. Ninguno
está dispuesto a seguirte concediendo la razón para que no te irrites.
Si
quieres saber qué fue lo que causó la ruina de tu vida debes detenerte y
reflexionar.
Recuerda
que el nadador levanta la cabeza para respirar y calcular la distancia que aún
lo separa de la meta.
No
sigas comiendo de pie porque estás de prisa. Mira que esa manera de comer no te
permite degustar la comida y mucho menos sirve al cuerpo para alimentarlo.
Mejor es que te sientes y comas sin afanes. Las cosas pueden esperar y es de
inteligentes conceder el tiempo que el estómago necesita para digerir. No hay
mejor vino que aquel que se bebe con lentitud.
Si
discurres hazlo en una silla cómoda y en total silencio para que tu mente pueda
transitar libremente y buscar las soluciones que tu vida necesita.
No
esperes a que una enfermedad te obligue a descansar para que reflexiones sobre
lo que estás haciendo de tu vida. Es mejor que el espíritu llegue a sus
cavilaciones gozando de perfecta salud. Así descubrirá la luz de Dios sin
renegar de la vida y sus dolorosos episodios.
Se leal
contigo mismo y busca esos momentos que necesitas para reencontrarte con las
personas que dices amar y con tus mejores deseos.
No
abandones la cama sin antes haber planeado muy bien lo que vas a hacer en el nuevo
día que Dios te concede como la gran oportunidad. Verás que es muy productiva
esta costumbre y, al anochecer, tendrás motivos para levantar las manos en
actitud triunfante.
No
vuelvas a decir que te hace falta tiempo para dialogar con tu pareja cuando tú
mismo sabes que de no hacerlo la separación puede sobrevenir. En la vida es
necesario establecer prioridades y
luchar por las personas que nos aman y amamos.
Tómate
el tiempo que requieran tus hijos para escucharlos y conocerlos de verdad. Si
no lo haces es probable que mañana tengas que arrepentirte de no haberlo hecho
en el momento justo y más oportuno.
Tampoco
rechaces al amigo que te quiere platicar porque así como la planta necesita del
agua, la amistad requiere dedicación y compromiso.
Vivir
no es resbalar continuamente sobre la superficie por falta de previsión y
diligencia. Gozar de la vida es un ejercicio que reclama renunciar a cosas y citas
que distraen, pero no dan felicidad.
Aprende
de las estrellas su tranquilidad para brillar en el cielo nocturno y
silencioso. Cuando hayas reflexionado lo suficiente verás que la felicidad sólo
llega a las casas donde no hay prisa por hallarla y los padres estimulan a los
hijos no a la competencia sino a la sana convivencia. Jamás olvides que el goce
de la felicidad empieza en la serenidad de los pensamientos y en la bondad de
las acciones.
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