La frustración es causa de agresividad.
Es conveniente aprender a reconocer los
golpes agresivos que recibimos y que damos, sus causas y consecuencias. Cuando
no podemos satisfacer nuestros deseos nos volvemos inseguros, desequilibrados,
confundidos y buscamos en los demás la manera de expresar esa frustración. Conducta
que adopta el ser humano en aquellas circunstancias cuando se enfrenta a un
obstáculo que le produce un
estado de tensión
(stress, en inglés)
y que le impide alcanzar la realización de sus anhelos.
Aquí el problema no es la dificultad a
la cual nos enfrentamos sino la forma como respondemos nosotros ante ella. A
veces esta conducta adoptada, lejos de ser una solución, es un nuevo problema
al que llegamos. Reaccionamos de manera diferente, pero mostrando agresividad o
pasividad extrema ante la insatisfacción que experimenta nuestro ser. No es sólo la certeza de no
haber satisfecho la necesidad la que debe preocuparnos sino los efectos
desastrosos, tanto para nosotros como para las personas que nos rodean. Sobre
todo cuando la causa de la frustración es de mucha importancia y sentimos una
profunda y fuerte descarga de emociones que se salen de control.
Esto indica
que la frustración,
además de ser diferente en cada individuo, presenta grados de intensidad que la
hacen más o menos nociva. Para algunos puede ser un obstáculo insuperable
mientras para otros, mejor preparados para afrontar las dificultades, son
grandes oportunidades para fortalecerse con estas crisis. Muchos factores
pueden incidir en esas diferencias. Entre los principales se evidencian el carácter y el temperamento de la persona que
sufre la frustración. Una persona con actitud mental positiva, al hallarse
frente a un muro en su camino de regreso a casa, se desviará un poco y después
retomará su ruta. Otra menos sensata, sufrirá un ataque de ira y hasta será
capaz de golpear el muro con sus puños y pies.
Hay
personas que en su arrogancia son las fuentes de frustración para otras que
están bajo su tutela. Muchos estudiantes tienen que soportar la
arbitrariedad y falta de comprensión
de algunos profesores. En la fábrica, un jefe o un capataz con su petulancia y afán de sobresalir en el
mando, amarga a sus subordinados con palabras y actitudes humillantes cuyos efectos
son previsibles y violentos. En el hogar, padres y madres equivocadamente anulan
a sus hijos al imponerles sus pensamientos y deseos para no darles la
oportunidad de realizar sus aspiraciones y sueños. No faltan los que prefieren
renunciar a la compañía de su pareja para no seguir soportando las
humillaciones de que son objeto.
Pero
también hay personas tolerantes que no dan demasiada importancia
a los obstáculos que a diario se
les presentan y resuelven sus problemas de manera inteligente y válida. Otras,
frustradas en su vida por los problemas del hogar, descargan su cólera sobre una persona
de su lugar de trabajo, completamente ajena al conflicto e ignorante de las
causas de su estado. Asimismo, encontramos aquel ser humano que durante el día
sufrió una humillación en su trabajo y descarga su ira en las personas que lo
esperan en la noche en su hogar.
Sigamos, para finalizar, a un experto en
estos temas como lo es Gregorio Fingermann en su libro Relaciones Humanas:
“Cuando
se analizan los casos de frustración
es preciso tener en cuenta también
la situación, es decir, el campo
circunstancial donde ocurrió
la acción. Así, por ejemplo, los
obreros, cuando ven que sus jefes se apartan y están hablando, en seguida sospechan que es
de ellos de quienes tratan. Un hombre del campo no se considera tan infeliz
cuando ve que el granizo perjudicó
su sembrado, porque está
acostumbrado
a este percance; en cambio, el empleado de un comercio se siente muy frustrado
si no puede comprar un automóvil.
Todos
estos casos y muchos otros nos muestran que las frustraciones pueden ser
originadas por diversas circunstancias. Es factible que se deban a objetos
materiales, como la rotura de una máquina
de trabajo o la caída
de una pared, o bien a la intervención
de otra persona. En la rotura de una máquina no vemos una intención deliberada, pero en
las acciones humanas imaginamos siempre un propósito, razón por la cual la frustración es mucho mayor.
Existen
otras muchas clases de frustraciones. Por ejemplo, la del hombre del campo que
se traslada a la gran ciudad y no puede adaptarse a ésta. Aquí la frustración se produce por el conflicto entre el
hombre y su ambiente.
Mencionemos,
además, los casos en que el
individuo se frustra a sí
mismo,
como ocurre con el estudiante que emprende una carrera y la abandona a mitad de
camino, por carecer de la vocación
o de las aptitudes para ejercerla. Hemos conocido a muchos jóvenes con ambiciones y
deseos contradictorios que, ante la duda acerca de sus condiciones, se
abstuvieron de tomar una decisión.
Un examen riguroso de sus aptitudes, mediante los métodos psicotécnicos, realizado a tiempo, los salvó de un fracaso para
toda la vida.
Se han
señalado otras fuentes de
frustración, especialmente en el
ambiente industrial, como las expuestas por Wilfred Raphael. Este se refiere,
entre otras causas, a las injustas formas de promoción, en que para los ascensos no se toman
muy en cuenta las condiciones de mando de los candidatos y se prefiere a
aquellos con mayores conocimientos técnicos
o que posean más
experiencia en el oficio. Dicho autor menciona también la falta de reconocimiento —situación muy común, por parte patronal— a una sugerencia o
una medida útil presentada por un
joven subalterno.”
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