Mansas palomas

11 de enero de 2013

Thomas Hobbes dijo que el estado natural del hombre es la guerra y que el hombre es un lobo para el hombre. Sus afirmaciones pueden ser molestas para algunos espíritus a quienes el optimismo no les deja profundizar en este pensamiento y examinarlo para establecer si es verdadero o falso. Pero basta otear la realidad del mundo para darle la razón al autor de Leviatán.

Pero lo que primero debemos hacer es buscar las causas de ese fenómeno que nos fustiga y hasta deja mutilados. ¿De dónde salen los lobos furiosos que todo lo quieren devorar? ¿Tendrá la sociedad la culpa de la violencia que le azota como lluvia pertinaz? Para hallar por lo menos una respuesta volvamos la mirada hacia la infancia que es el comienzo del camino humano.

El niño, desde el nacimiento, aprende rápido y sabe que su llanto alertará a quienes lo custodian, porque todavía no es consciente del amor, para que se fijen en él. Lo primero que desarrolla es el egoísmo y es su deseo que se fijen en él. Cuando hayan pasado algunos meses comprenderá que le aman sus padres y parientes aunque su llanto se haya vuelto agudo o estridente para fastidiarlos y hacer, de este modo, que acudan prontamente a satisfacer sus necesidades de manutención. Ese comportamiento que podemos calificar de agresivo u ofensivo, contrario a lo que podría esperarse en otra situación, acrecienta el amor de la madre principalmente porque considera a su bebé frágil y vulnerable.
Así el infante se da cuenta que su llanto expresa no sólo sus deseos y necesidades, sino que además advierte que los mayores que le rodean res­ponderán con rapidez a sus desafíos belicosos porque le aman.
Pero en su desarrollo también se hará consciente de que si él complace con sonrisas o gestos a quienes lo miman estos le darán afecto. Este hecho le guiará hacia la formación de la idea del amor.
Ese sentimiento que va madurando le facilita la comprensión del mundo que le rodea con una tolerancia que le agrada y satisface. En su mente las respuestas no se hacen esperar y lo que ayer era llanto se transforma en una cascada de risas que rebota y salpica todos los muros de la casa. Amor y caricias son para él su desayuno predilecto y los padres henchidos de sano orgullo hablarán de las ternuras de su hijo, mientras el niño aprende en ese entorno o ambiente de calidez humana que necesita de los demás para crecer y realizarse y, años más tarde, convertirá su ira y egoísmo en sentimientos de paciencia y solidaridad.
Pero si el ambiente familiar es hostil y las manifestaciones que allí se presentan son violentas aprenderá que es la agresión la mejor manera de hacerse sentir y en lugar de hacer florecer el árbol del amor en su corazón se inclinará a beber las corrientes odio.
La familia, es para el niño, esa ventana por la cual se asoma para ver el mundo y si aquella es cálida y tolerante aprenderá las bondades del amor y si es violenta y lóbrega desarrollará sus tendencias hacia la maldad.
Traduzcamos lo anterior al lenguaje metafórico: Si el nido es amoroso y tolerante, de él saldrán mansas palomas; pero si es agresivo y violento, aves de rapiña saldrán a volar.




Comentarios

Entradas populares de este blog

Oración del día

Oración del día

Oración del día