De cómo los recuerdos 
nos ayudan a construir futuro

8 de enero de 2013

Los recuerdos nos ayudan a construir futuro.

Siempre me he preguntado cómo es que los seres humanos construimos el futuro. Y cuando en las noches, en medio de la penumbra de mi cuarto, comienzo a pensar para luego escribir se vienen a la mente un raudal de ideas de las cuales, como el pescador en el río revuelto, hoy quiero tomar dos o tres para compartirlas con quienes se hayan hecho el mismo interrogante.

La primera tiene que ver con aquellos desengaños u ofensas que recibimos a diario. Unamuno escribió que con los recuerdos mueren los desengaños. Pero la experiencia personal no corrobora su apreciación. Discrepo del filósofo bilbaíno porque uno se apega como mosca a la miel a ciertos re­cuerdos y condicionados por ellos actuamos frente a situaciones que el futuro nos presenta. Muchos de nuestros miedos y desconfianzas son el resultado de malas experiencias que no deseamos repetir.  

En otros casos la memoria nos regala la alegría del pasado. En ese maravilloso y pequeño libro que algunos conocen como «El principito», de Saint-Exupéry, se describe que para el zorro eran indiferentes los campos de trigo, no producían en él ninguna impre­sión que los hiciera interesantes y dignos de recordación. Pero después de separarse del pequeño príncipe, el color de los trigales despertará en el zorro una sensa­ción inédita, descubrimiento fecundo y feliz, no por la metáfora que relaciona color del trigo con el del oro, sino porque el pelo dorado, de su amigo se ha enredado en su corazón como sentimiento que lo motiva y lo hace saltar de alegría. «Los campos de trigo no me recuerdan nada... Pero tú tienes ca­bellos de oro... El trigo dorado será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo...»

Aquí comprendemos que la memoria es gran aliada de la inteligencia y el eslabón primero de la nostalgia que nos ata al pasado. Por eso es importante alimentarnos de buenos recuerdos para iniciar el día, la semana, el año. Estas ideas nos llevarán a nuevas y acertadas soluciones a los problemas que el futuro nos brinde. Es más fácil sortearlos con actitudes de confianza y entusiasmo que con dudas y pesadumbres.   

En tercer lugar, como educador y padre sé que una bella experiencia de la infancia es ese periodo de los porqués que los niños y niñas formulan. Por cierto muy divertida para mí y espero que para mis hijos también lo haya sido, cuando en el futuro  los re­cuerdos infantiles les ayuden a vivir sin temer el afán que cada día trae con su luz. Sé que esos comportamientos y respuestas, ya adultos, determinarán un análisis y valoración favorables a la hora de hallar respuestas para dar el sentido de la vida que las circunstancias requieran.


Es que siempre los seres humanos establecen y buscan vínculos entre recuerdos y valores. Algunos no se dan cuenta porque no se detienen a reflexionar pero si lo hicieran podrían concluir, como lo estoy haciendo yo, que los buenos tratos, las palabras dulces y los oportunos consejos, aunque el paso del tiempo los sepulte entre una multiplicidad de experiencias, sensaciones y actividades serán gratificantes y con ellos podrán batallar y derrotar las desilusiones y desengaños que pretendan oscurecer el futuro promisorio que nosotros deseamos para ellos y que ellos esperan disfrutar como seres humanos que nacieron del amor y vinieron a este mundo a triunfar y ser felices. 



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