Un camino hacia el amor



13 de enero de 2013

Los seres humanos hablan del amor, se alimentan del amor, lloran y cantan por amor y hasta mueren de amor. Pero si alguien se detuviera a examinar se daría cuenta que toda la historia humana presenta contradicciones y dudas que demuestran que no saben qué es el amor. Donde se esperaba hallar felicidad no se recoge sino decepción y fracaso que envejece y destruye la esperanza de vida y la esencia social del rey de los primates.

En la sociedad humana resulta paradójico perseguir algo que no se conoce, pero no puede negarse tampoco que el amor emociona, fustiga e inspira la vida del hombre.

Es por él que muchos han emprendido aventuras donde los riesgos abundantes no los detuvieron y fueron capaces de exponer sus vidas para mostrar que el objeto de su amor, más que valioso, era la razón de ser de su existencia.

Esa ilusión maravillosa que arrebata el alma produce en el ser humano un poder superior y desconocido que lo lleva a desafiar la muerte, si es necesario, para conseguir el efluvio de sus dones. Sólo mediante esta experiencia el ser humano conoce la libertad porque el amor como se nutre de la verdad de los que se aman libera y da fuerzas para enfrentar la dureza de la vida.

Sólo se sabe que emerge desde lo más profundo del ser y es lo más puro que del corazón humano pueda salir. Los estudios sobre este sentimiento proliferan, pero no se conoce uno que deje a la razón satisfecha con sus definiciones, causas y consecuencias. Los más entendidos sólo lo reducen a máximas y los cantantes lo hacen resplandecer artificialmente en los conciertos donde el delirio lo apabulla.

Todo indica que entre el corazón y la razón hay abismos que impiden que se acerquen y se pongan de acuerdo. Lo que sí es evidente y sobre lo cual el consenso unánime lo prueba es que las privaciones del amor son las mayores causas de muerte de los seres humanos.

Si los interrogamos todos dirán que saben amar, pero sus acciones enseñarán su ignorancia. Si lo supieran no se llenarían los diarios y noticieros de tanta sangre y las hambrunas serían cosa del pasado. Lo que sí es manifiesto e innegable es el egoísmo que como tornado los enfrenta y mata. Es el egoísmo el que los hace indiferentes, el que multiplica sus fracasos y hace más pesadas sus angustias porque les impide ver la ruta a seguir para ser felices.

En ese camino que conduce al verdadero amor ellos se detienen seducidos por vanos espejismos que los placeres crean. En realidad desean caricias, besos, sexo, compañía, pero no el amor. Y es que amar no es sentirse conmocionado por la placidez de una piel ajena y mucho menos conseguir a toda costa la satisfacción efímera del instinto.

El amor exige la ofrenda porque su esencia es la entrega incondicional al otro que se complementa y es feliz con la dádiva que recibe. El amor es unidireccional y une al yo y al tú para formar el indisoluble nosotros. El amor es renuncia para hacer de la ofrenda de nuestro ser el acto vital de la existencia humana. Es causa de la más bella de las alegrías y es también la alameda que lleva a la eternidad porque el verdadero amor trasciende y presenta al hombre la visión de la gloria que le espera por haber hecho de la tierra el paraíso mediante la vivencia del amor. 
 
 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Oración del día

Oración del día

Oración del día