Aprende a caminar sin el peso de las preocupaciones
Si hay algo que envejezca
con celeridad, haga mustia la mirada y dé lividez al rostro de nosotros los
humanos son las preocupaciones. Ellas nos asaltan como gatos que caen de los
tejados a nuestros aposentos en las noches para formar tal algarabía que la
noche se eterniza y el lecho nos molesta como brasas. Con su parsimonia al caminar
y su risa burlona hostigan el espíritu e inquietan el corazón.

Tampoco se piense
que ella es indefensa y vulnerable como un infante recién nacido y que será
tarea sencilla olvidarla o lanzarla fuera con un simple deseo de la voluntad.
De repente se quedará quieta un momento, pero es para llenarse de más bríos y
lanzarse a la batalla para aplastarnos bajo su peso.
La sabiduría que
dan los años enseña que la mejor estrategia es mirarla a los ojos, desmenuzarla
con el bisturí de un juicioso análisis para determinar de qué se nutre y cuál es su origen.
No le des la
oportunidad de que se siente y, acomodada en tu almohada, comience a convencerte
con sus disparates y sofismas. Permanecer a solas con ella es prestarse al mejor
juego que la inquietud conoce para hacer perder la razón y llevar al ser humano
hacia los parajes donde habitan las locuras y la muerte.
Al examinar la
hallamos fuerte porque es el pasado nuestro lo que la fortalece. El
remordimiento la aviva y la empuja hacia nosotros. Es cierto y todos lo
sabemos, hemos cometido equivocaciones que no es posible que corrijamos porque
en el tiempo oportuno no lo hicimos y hoy es imposible realizar la enmienda. Ahora
sólo es lícito pedir la misericordia de Dios y la comprensión del ofendido para
que nos otorgue su perdón. Mas la vanidad y el orgullo nos lo impiden y
preferimos seguir cargando con ese bulto que mina la salud porque engendra las células
malignas del cáncer. No se olvide que al pasado sólo regresan los idiotas para
cambiarlo.
Si es el porvenir
el lugar donde se encuentra es también una calaverada dar por entendido que eso
sucederá así y que no tiene solución el problema. Seguramente que si diseñamos
un buen plan y escogemos las mejores estrategias derrotaremos la ansiedad que
nutre esa preocupación.
Pero si es el presente
la causa de su presencia no debemos dejarnos asustar por las dificultades que
cada día nos obsequia. Lo más indicado es comenzar a enfrentarlas comenzando por
aquellos que son más fáciles y prioritarios.
Y si eres una
persona de fe, tienes una ventaja sobre los demás porque puedes dejar a Dios la
resolución de tus problemas y pedir a Él su sabiduría y consejo para erradicar
las preocupaciones de tu vida. Ofrecer a Jesucristo los obstáculos es dejarlos
en su cruz para que allí mueran.
Si lo haces podrás
soportar, cuando llegue el nuevo día, el peso de la jornada y sin excesos de
carga caminarás por la alameda y los pasillos con una sonrisa en los labios porque
Dios te dará gozo y fuerza.
Tal vez en un
descanso que el trabajo te brinde reflexionarás y comprenderás la moraleja de
esta lección: Nada perjudica tanto la salud como pasar las noches contando
preocupaciones y dibujando fantasmas que nos llenen de pavor. No es fácil resistir
los garfios punzantes de las preocupaciones y mucho menos hallar la fuerza para
hacerles frente si no tenemos fe en nosotros mismos y en Dios.
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