Aprende a servir y serás perfecto
15 de enero de 2013
Los seres humanos,
ante la avalancha de exigencias de la vida actual, no tienen el tiempo de leer
grandes y profundos tratados sobre cómo debemos vivir y qué debemos esperar. El
bullicio de cada día le impide devolverse sobre su propio actuar para reflexionar
y hallar respuestas a sus problemas. El mundo de los aparatos y baratijas le absorbe
como la arena al agua y sólo tiene tiempo para mirar cómo unos aumentan
desaforadamente sus tesoros mientras otros ven perder el poder adquisitivo del
dinero que le reportan por su gran esfuerzo.

Si se desea un mundo
mejor debemos perfeccionar al ser humano, pero la tarea no se puede realizar
sin cambiar las estructuras. Es una insensatez pensar que las actuales son
suficientes para cambiar cualitativamente al ser humano. Que nadie espere los frutos
abundantes del trabajo en una sociedad donde los hombres amanecen con la esperanza
de hallar oficio y sólo obtienen, al anochecer, cansancio. Las grandes empresas,
para evitar gastos, apoyan más los servicios que ofrece la máquina y dejan de
lado a los seres humanos que mendigan un trabajo.
En la estación de
servicio de mi barrio un empleado atiende desde una cabina de cristal a los
seis surtidores de gasolina donde cada conductor abastece, luego de pagar, su
vehículo. Al llegar al supermercado, tomo del dispensador una tarjeta y una máquina
me da la bienvenida y levanta la baranda para que ingrese el carro. Al salir,
al depositar la tarjeta en la ranura de otro artefacto similar, una voz artificial
me despide con amabilidad y el mecanismo se acciona para dejarme marchar.
En este panorama es
difícil aceptar que el ser humano se esté formando para ser mejor cada día porque
no hay otro camino a la perfección que el servicio a los demás. Quien no vive
para servir, no sirve para vivir, se decía ayer; pero hoy, ¿cómo lograrlo si no
dan la oportunidad de demostrar que es en la obra de sus manos donde el hombre
revela su destino inmortal?
Pero que no nos quedemos
en el interrogante. Alguien debe responder a las situaciones concretas de deshumanización
de este mundo globalizado pero empobrecido por el gran capital. A sus dueños se
les olvido que el dinero es un medio de pago y que tiene una función social. Su
acumulación y acaparamiento en pocas manos empobrece y es causa de conmociones
sociales y codicias lamentables.
El ser humano y sin
dinero necesita, más que una esperanza, una oportunidad para hacer y entregar
el fruto de su esfuerzo y talento a la sociedad para que lo aplauda o lo
rechace. Pero el proceso y el producto es tema que tal vez otro día se tratará.
Por ahora esta voz reclama solución a un problema que comienza a ser una palabra
peyorativa: desempleo.
Si no hay voluntad
de los empresarios no servirán los consejos de los gurús de la economía para
explicar la injusticia social y ningún sociólogo logrará, en su discurso,
explicar cómo es que un hombre con el estómago vacío y sin trabajo tuvo que
buscar la muerte para poner fin a su existencia miserable. Aunque parezca una
broma macabra, los únicos que hallarán oficio serán los curas, los fabricantes
de ataúdes y los sepultureros. Y si la violencia sobreviene, porque es también natural
consecuencia de la injusticia, que los ricos no pregunten por quién doblan las
campanas.
AHORA los libros de Efraín Gutiérrez Zambrano llegarán a su casa. Sólo entre a Amazón y solicítelos.
Te recomiendo Alquimia del amor
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por su comentario