La paz interior que irradia la generosidad
Es muy cierto que a
nadie le faltan los problemas y estos no sólo dependen de la abundancia o la
escasez. Pero dejar que las preocupaciones lo amilanen y su peso lo haga lento
y abúlico sí que es algo que debe preocupar. Es difícil aprender a caminar sin
preocupaciones pero es lo más saludable. Para conseguir los objetivos de este
aprendizaje se recomienda, según el sentido común y la experiencia, ser
generoso, pero sin caer en los excesos. A trabajar sin exageraciones que
disminuyan la salud. Y a reconocer los errores cometidos con mucha humildad y
decisión para no volver a incurrir en ellos.

Entender lo que
significan sus palabras llena de sentido los actos cotidianos y es causa de
gozo para el corazón. El amor a sí mismo no puede concentrarse y estancarse en
el yo porque deja de ser amor para convertirse en egoísmo. Es necesario que se
encause y dirija hacia los demás. Sólo si se toma ese camino se desarrolla la
generosidad. Impedir su crecimiento es una insensatez cuya fuerza destructiva
afecta a todos y niega la esencia social del ser humano.
Se debe confiar en
el corazón para determinar cuándo y cuánto se ha de dar. Al dejar aflorar el
sentimiento se comprende la necesidad ajena y los ojos muestran las lágrimas y
deseos de ayudar. Sólo cuando se escucha el consejo oportuno del corazón ante
la voz que implora, se puede tomar el rumbo correcto y expresar con hechos
abundante generosidad que es dar y entregarse al otro sin esperar nada a cambio.
Mas el
panorama social muestra que esta virtud humana escasea y que son pocos los que
piensan en tantos males y desdichas que causa el egoísmo. El ser humano olvidó
que es un ser de relación y que para ser feliz necesita compartir. La sociedad
de hoy, de manera consciente, tiene como valores supremos el consumismo, el éxito
personal, el dinero y la imagen. Hoy, más que nunca, es indispensable ayudar a
los demás, entregar parte del tiempo a causas nobles y entregar a otros cosas atesoradas
que a ellos hacen falta
Cuando el
egoísmo domina la conciencia se origina doble daño. No sólo se desconoce al otro
sino que esa actitud trae consigo la enfermiza soledad y la avaricia.
La generosidad
exige acciones hacia los demás, hacia fuera. Pero es un error ejecutarlas buscando
brillar por ellas. Mejor es comprender que a esta virtud acompaña el desinterés
y la entrega silenciosa como la de los padres y madres que todos los días se
dan a sus familias. Aún hay muchos profesionales que llevan a cabo campañas de
servicios entre las comunidades vulnerables. No faltan los que ceden la
palabra, el paso, el lugar y el asiento como actos de generosidad y cortesía. Estos
son claros ejemplos para emular. Acciones que en muchos casos son heroicas.
Dar sin
esperar nada a cambio y dar consuelo al que sufre no puede pasar de moda. La
vida del ser humano es un constante llamado a servir y hacer el bien al prójimo
sin hacer distinciones.
Para desarrollar
la generosidad se debe considerar y
reflexionar sobre las actitudes que se
asumen ante la necesidad ajena. Pero no se puede lograr su crecimiento sin
abandonar la propia comodidad y tomar conciencia de la necesidad ajena. Ayude y
favorezca sin prestar atención a lo que otros hacen. Jamás recuerde, sugiera o haga
y muchos menos saque a la cara actos de generosidad que haya tenido.
Practique
la generosidad en absoluto silencio, entregue sus horas, experiencias, alegrías,
bienes y conocimientos. No sienta temor para compartir sus fortalezas, debilidades
y esperanzas. Y demuestre su esencia humana compartiéndose a sí mismo para que
halle paz interior y el universo y Dios puedan ser generosos contigo.
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