No vaya contra la
corriente
El
autor de El mito de Sísifo, Albert
Camus, escribió: “Sólo hay un único problema serio y éste es… juzgar si la vida
vale la pena o no de ser vivida.” Esta sentencia la recuerdo, cuando me subo al
quinto piso de un edificio en el centro de la ciudad y comienzo a mirar hacia
abajo. Desde allí veo las personas que se cruzan y entrecruzan como corrientes
enloquecidas. No parecen tener claro su curso. Van y vienen y forman remolinos,
se apretujan unos contra otros, frente a las vitrinas se detienen embelesados, y
de repente, hay quienes saltan para ir a tomar el bus o un taxi. Desde esa
altura la escena me parece divertida. Pero cuando la hago objeto de mis
reflexiones me entristece.
Lo que
me queda claro es que muchos caminan sin tener un objetivo, un ideal que los
guíe. Los seres humanos quieren la felicidad, pero no la buscan de forma consciente.
Aceptan un trabajo y realizan las labores que les asignan pero no se hallan
satisfechos. Es que hacen, no lo que les gustaría sino lo que les tocó en la
aburrida división social del trabajo. Desarrollan la eficacia y la eficiencia
de manera mecánica y aunque lleguen al éxito se sienten vacíos porque están en
el lugar equivocado.
Muchos
de los jóvenes van a la universidad a estudiar carreras que van en contra de lo
que desean para realizar con plenitud sus proyectos de vida. Después de cursar
varios semestres se dan cuenta que esa no es la profesión con la cual habían
soñado y terminan en la calle realizando trabajos para los cuales jamás se
prepararon, pero que les permiten sobrevivir. Y la sobrevivencia no es un estado
de la felicidad humana, es sólo una condición ciega.
Si de
verdad queremos ser felices conviene que nos interroguemos sobre lo que
deseamos de la vida y lo que realmente queremos hacer de ella. En algunas
ocasiones seguramente las respuestas pueden proceder de fuera. Es el caso de
los exámenes de conocimientos y destrezas cuyos resultados sirven de guía a los
orientadores escolares. Otras veces son las circunstancias que con el tiempo
consideramos oportunas y afortunadas porque sin ellas no hubiéramos llegado a
ser felices. Como el paseo o el baile aquel donde encontramos a la persona que andábamos
buscando para compartir nuestra vida. El universo y la vida nos presentan
señales, enseñanzas, y consejos que si aprendemos a verlos o escucharlos nos
dan la sabiduría y responsabilidad que requiere esa elección donde no podemos
equivocarnos so pena de ser desgraciados toda la vida.
No faltan
los que fracasan en esa búsqueda del sentido de la vida porque se dejan manejar
por la ansiedad y desarrollan espejismos que los ilusionan pero con el tiempo
resultan ser fardos que precipitan sus existencias en los abismos del tedio.
Algunos,
ciegos por intereses mezquinos, no saben leer en las circunstancias de la vida
diaria las oportunidades que les brindan y las rechazan para quedar frustrados
y arrepentidos por no haberlas aprovechado.
Incluso,
no faltan los padres que imponen a sus hijos los oficios y profesiones, sin darles
la oportunidad de escoger o al menos preguntarles si eso es lo que desean para
sus vidas.
Es bueno
ver y escuchar las señales y lecciones del mundo exterior, pero para hallar el
verdadero significado de la vida debemos ir, también, hacia el interior de nuestro
ser y desarrollar la confianza en esa voz interior que nos dice si lo que
deseamos es lo mejor para realizarnos como personas felices. Confiar en
nosotros mismos es esencial para hallar la respuesta correcta. Es muy
importante aceptar lo que sabemos sobre nosotros mismos para ejecutar la acción
correcta que nos conduzca a la realización plena como seres humanos que vinimos
a este mundo a cumplir una misión. Misión que se traduce en servicio a los
demás. Misión que debemos descubrir a tiempo… si queremos ser felices.
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