Libre como la mariposa

19 de febrero de 2013

Hay noches en que al salir al parque siento la brisa fría como una caricia del universo. Levanto al vista al cielo y miro a las estrellas, allí veo que unas brillan más que otras. Entonces comparo ese cielo estrellado con la humanidad y me doy cuenta que hay muchas personas que sobresalen más que yo. Son dueñas de muchas cosas mientras yo carezco de ellas. Pero no es para mí causa de vergüenza. Soy realmente consciente que siempre existirán esas diferencias y éstas no deben preocuparme ni causarme envidia.
¿Acaso quien me ha dicho que mis cualidades, destrezas, talentos y  apariencia no son las que necesito para brillar con luz propia? ¿Quién me impide que yo sea lo que deseo ser? Si no he llegado al nivel al cual aspiro es porque no he trabajado en mejorar y crecer al ritmo que mis objetivos necesitan. Tal vez me he acostumbrado a centrar el pensamiento en las limitaciones y errores que me han llevado al lado oscuro de la existencia. Desde esa posición es difícil ver el camino que debo seguir para brillar y sonreír.
Pero tengo que vivir de acuerdo con mi alta condición de príncipe, pues soy hijo del Rey del universo. Estoy convencido de que Él me llamó a compartir su gloria. Todo lo ha dispuesto para que alcance el cielo y sirva de guía a otros con mi luz.
Mas no debo gastar el tiempo precioso de este día en anticipaciones y fantasías de mi mente. Tengo que aprender a disfrutar de la lucha que las horas me prodigan. No puedo negar que la triste realidad de este mundo es que las desgracias abundan más que los  motivos de alegría; sin embargo, siento que me atrae la dicha y es de ella que deseo un poco para salir a bailar y reír.
Este es un año de luz. Es una época propicia para emprender mi camino hacia la montaña donde la sabiduría aguarda a quienes la buscan. He aprendido la lección del pasado y estoy dispuesto a corregir todos mis errores en este efímero instante para asegurar la felicidad en el tiempo futuro. Sé que nada puedo construir en el día de ayer y nada me espera en el día de mañana si no aprovecho el día de hoy que los cielos me otorgan.
Admito que lo que hay que hacer es gozar el trabajo que durante este puñado de minutos realizaré. A él me entregaré con pasión y saltaré de gozo haciendo lo que la labor reclame.
Nadie puede predecir cuál será en definitiva la recompensa. Algunos me criticarán porque viendo mi esfuerzo no reciba en dinero lo que ellos estiman. Pero el que merece la paga no es el que critica sino el que labora. Además hay salarios que son más valiosos y ni todo el oro del mundo alcanzarían para pagarlo. Cuántas personas tienen millones en los bancos y cajas fuertes pero no pueden disfrutar de su riqueza porque carecen de salud. Hoy debo aprender que el mejor estipendio es la paz del espíritu y la tranquilidad del cuerpo.
A medida que se avanza en el viaje de la vida, mejor se observan las ruinas que la codicia causa. Si logré evadirla en los días de mi juventud, ¿por qué he de hospedarla en mis noches de sosiego?
No quiero llegar al día de la victoria final lleno de baratijas y trebejos que me impidan salir al encuentro del gozo eterno e infinito. Sé que la posesión de las cosas no permite que levante la cabeza para vislumbrar el cielo.
¿Por qué he de preocuparme que otros tengan muchas cosas y yo carezca de ellas si no vine a este mundo a atesorar sino a servir? Además, he visto que a los mejores vestidos las polillas se los tragan y los autos último modelo terminan, con los años, arrimándolos en los talleres de fundición.
Por eso permite, oh Dios, que hoy mi sonrisa conquiste el corazón triste y que mañana, cuando me llames, yo no tenga otro vestido que el sentirme libre para volar hacia ti como la mariposa.  


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