Aladino y la maravillosa felicidad.
26 de febrero de 2013

Se dice que todos los seres humanos deseamos ser felices. Pero olvidamos formularnos la pregunta cuya respuesta nos indicará lo que debemos hacer para ser felices. La felicidad más que un estado es una opción frente a las circunstancias y las cosas que nos rodean.
La mayoría de las veces procedemos igual que Aladino al encontrar la lámpara. Comenzamos a frotarla y a pedir sin pensar en lo que realmente nos haría felices. No somos capaces de escuchar la pregunta que el genio nos hace: ¿Hay algo que pueda hacer por usted y que lo haría feliz y hasta llenaría de gozo su corazón inquieto? Tampoco advertimos que esa cueva siempre ha existido allí en el bosque donde solemos ir todos los días como le ocurría a Aladino. Esa cueva es nuestra conciencia y su voz es la del genio que la acompaña. A veces se pasa la vida entera sin que hallemos el tiempo y el lugar para formularnos esa pregunta vital, esencial  e indispensable. Y cuando nos la formulamos buscamos disculpas y otras cosas que nos distraigan para no responderla con la sinceridad y seriedad que la respuesta exige.
Además, somos demasiado egoístas y no estamos dispuestos a compartir  nuestro secreto con nadie, tal como lo hace Aladino con su esposa, a quien dice amar, pero no le tiene confianza. Esa falta de comunicación asertiva entre los dos facilita que el desalmado brujo regrese a sus vidas para perturbarlas y arrebatarles cuanto poseían.
Muchas veces la vida pone entre las manos nuestras esa lámpara, pero como no confiamos sino en nuestros conocimientos y destrezas renunciamos a la ayuda que otros generosamente nos puedan ofrecer. Es que pensamos que si compartimos nos vamos a empobrecer o que las ganancias serán muy pequeñas y no nos alcanzarán para dejarnos satisfechos. Fácilmente pasamos por alto que el hombre es un ser social y que toda esta civilización es fruto de unir talentos individuales y riquezas propias. Sin embargo, decimos que ese anhelo o proyecto personal es el camino al éxito y a la plenitud de nuestras vidas.
Cuando sobreviene el fracaso, porque al egoísmo y la desconfianza, le acompaña aquel, nos lamentamos porque la vida es dura, difícil y sin sentido. Descubrir aquello que en verdad nos haría felices puede ser el genio del anillo que nos indica cómo salir de la dificultad. En esos momentos conviene no dejarnos abatir por los infortunios y tomar las decisiones importantes y efectivas que conduzcan a la puerta de salida.
Tal vez no todo está perdido y es hora de comenzar a trabajar en compañía de quienes realmente están dispuestos a construir el sueño nuestro que embargaría el espíritu con piedras preciosas de felicidad. Pero es necesario haber aprendido la lección y comenzar a obrar con la honestidad que la sociedad reclama y cuyo fundamento inicial es la confianza.
Miremos hacia el interior de la cueva. Aunque la luz sea débil si nos concentramos en lo que deseamos y lo hacemos con vehemencia comenzaremos a ver las riquezas interiores que se nos ofrecen y en tales circunstancias resultan ser muy útiles.
Como Aladino, recuperemos la seguridad en lo que soñamos y sin desfallecer iniciemos nuestra marcha hacia la cima. Interroguémonos, respondamos con sinceridad  y actuemos de acuerdo con aquello que anhelamos. Si elegimos correctamente hallaremos el sendero seguro hacia la felicidad, pero no olvidemos que ella no habita en lugares solitarios y tampoco se deja ver de aquellos que todo lo quieren para saciar sus mezquinos apetitos.
No sigamos actuando como el brujo que mediante engaños arrebata a otros una alegría que no le pertenece. Si en verdad buscamos la felicidad, tengamos en cuenta esta joya escondida en La  alegría de vivir de Orison Sweet Marden: “El que no tiene corazón puro y limpia conciencia, ningún estímulo ni riqueza puede darle la felicidad.”     
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