Ventajas del consuelo
8 de febrero de 2013

Ahora
que ya somos mayores y hemos formado nuestras familias, cuando las adversidades
nos amilanan buscamos refugio en la ternura hecha mujer que Dios nos regaló o
ella busca los brazos de su amado para sentirse protegida de los peligros y
dolores que la acechan. Con el tiempo aprendemos que para disipar el dolor y
las preocupaciones que el afán de cada día trae consigo no hay como un poco de
consuelo.
En
todos los tiempos y en las circunstancias más adversas y preocupantes
necesitamos de otro ser humano que nos estimule y comprenda. El consuelo es una
dosis de ternura que cae como lluvia en
la sequía del espíritu. Es la prueba de la genuina aceptación de que somos
objeto. Es una demostración de confianza que aceptamos como bálsamo para la herida
que los avatares de la vida o las ingratitudes humanas nos dejan. Es el lenguaje
sincero del corazón que nos consuela y son las palabras más dulces que se
puedan esperar.
Para
dar consuelo no se requiere dinero. Sólo basta la actitud de comprensión y las
palabras que demuestren rectitud y amor. ¡Qué bello es sentir consuelo! Al consolar el corazón y la razón manifiestan
su acuerdo para brindar el consejo acertado y cariñoso.
A veces
tenemos que aprender a consolarnos a nosotros mismos porque no hemos logrado
hallar el amor o el amigo correctos.
Pero también
suele ocurrir que en nuestro egoísmo nos mostramos secos e indiferentes ante
esa persona que espera de nosotros un gesto, una palabra tierna para su
dolencia física o espiritual. Parecemos hechos de piedra y por eso el dolor
ajeno no llama nuestra atención.
Mas
cuando dejamos que los sentimientos fluyan sin avergonzarnos, somos capaces de
dar ese consuelo que el vecino o el amigo necesitan. Esa entrega nos hace mucho
bien porque nos humaniza y nos hace solidarios. Si somos nosotros los que
recibimos sus dones nos sentimos plenos porque sentimos las bondades de las
palabras y los gestos de otro a quien le interesamos.
El
consuelo es el vendaje que la herida requiere para sanar. Alegra el alma con
sus palabras sinceras y llenas de amor humano. Gracias a él nos sentimos
renovados y fuertes. Ya nuestras piernas no flaquean al caminar y
experimentamos la seguridad al darnos cuenta que no estamos solos. Para
consolar tenemos que aprender a dar confianza, sin ella no es posible que el otro
nos comente el problema o la preocupación que lo aqueja.
El
consuelo abre las puertas y ventanas de nuestra intimidad para que entre la luz
del sol a iluminar y así pasar de la duda a la certeza que el verdadero amor
requiere.
Pero
que no se olviden aquellas palabras de Luis María Martínez en su Vida Espiritual: “A cualquier corazón
solamente se entra por el amor, no hay otra manera de entrar en los corazones.
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